Opinión

Bogotá humana

Bogotá humana

Concepto acuñado y difundido por la alcaldía mayor pinta de cuerpo entero esta acogedora ciudad. Propuesta fiel patentizada en la presencia activa de un pueblo entusiasta que camina, anda y se apodera de sus calles. Permanentemente fría en su clima, pero cálida en el abrazo que ofrece, incluyente y amable. Como las mejores ciudades, para la gente, no para los carros.

Muestra, señorial, todas las edades en una misma calle. La Carrera Séptima, cual espina dorsal, vertebra en ella misma, de sur a norte –de abajo hacia arriba-, toda la historia de una metrópolis de 7.8 millones de habitantes, a 2,625 metros sobre el nivel del mar, en la cordillera oriental de los Andes. Del Palacio de la Casa de Nariño hasta la salida norte hacia Chía, poblado precolonial y la vez colonial, con su inevitable Andrés Carne de Res.

La Plaza Bolívar es urgente y cierta, con aglomeradas pasiones y afectos de enamorados, familiares y amigos; el Museo del Oro tan robusto como admirado y vetusto; las tiendas de las esmeraldas deseadas y preciosas, los mercados artesanales, el regio y respetado Teatro Municipal Jorge Eliecer Gaitán, los cines antiguos con sus añoranzas sesentonas, los templos y edificios que sobrevivieron a la guerra de una ciudad marcada por grandes epopeyas e insignes hombres y mujeres.

Fruteros que cantan el color y el sabor de sus ofertas, cantores, bailadores, pintores, cuentacuentos, titiriteros y ciclistas marcan el ritmo de una danza multitudinaria, dulce y contagiante. Armoniosa sinfonía que el verde firme del cerro de Monserrat torna en poesía de colores en medio del gracejo de bellas mujeres, elegantemente vestidas. El hablar atildado de gente educada, que tanto puede jugar al ajedrez en plena calle sin que el sol los moleste, como ponerse a caminar de aquí para allá y de allá para acá, apartados de las preocupaciones.

La zona comercial y financiera no tiene que ser aburrida. Por el contrario, sigue siendo atractiva y acogedora, destacando sus imponentes edificios de oficinas y apartamentos, plazas comerciales. Bavaria representa la modernidad en toda su expresión, guardando las bondades de la naturaleza como propuesta capital y valor agregado de un exclusivo sector, lúdico, útil y, por tanto, habitable. En el mismo centro de Bogotá. La Zona Rosa, con aire de pueblo chico, es radiante, decente y hermosa, no mustia como sugiere este nombre, tenido al menos en lugares menos afortunados. Los domingos de ciclo vías, son rumbosa expresión del arte con lo mejor del folklor colombiano y plaza abierta a la libre expresión de las ideas.

Encuentras una Bogotá intima, cercana, en el café, el santuario de sal, la maloca y el dulce de leche y breva la comida en la calle en el Restrepo, los seguros y entretenidos parques infantiles, las espaciosas liberáis y bibliotecas.

El Nacional

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