Opinión

Bosch y el golpe del 63

Bosch y el golpe del 63

Por tratarse de uno de los principales protagonistas, antes que relegarse, la versión del profesor Juan Bosch sobre el golpe de Estado que lo depuso del poder el 25 de septiembre de 1963 debe ponderarse tanto como la que más. Según él, la desaprobación de los altos mandos a la destitución del entonces coronel Elías Wessin y Wessin no fue más que el pretexto para ejecutar una decisión que estaba tomada.

Ese golpe -según el propio Bosch- no se consumó por razones ideológicas, como la orientación comunista que se dijo había impreso a su Gobierno, sino por intereses personales de una claque de civiles y militares sedientos de riquezas. Al sostener que el golpe fue patrocinado y ejecutado por la corrupción, cuenta que un día llamó a los jefes militares y les dijo que el cobro de comisiones debía terminar.

Les razonó que la democracia era observada en toda la región y que no se podía permitir que se deshonrara. De todos”, señaló, “el que lo escuchó con más atención fue el jefe de la Policía Belisario Peguero), quien le pidió una cita para informarle que las retribuciones no se podían eliminarse de golpe, sino en forma gradual”.

Aunque había ordenado suprimir las comisiones, en su viaje a México como invitado del presidente Adolfo López Mateos, el jefe de la aviación, Atila Luna, no desperdició la oportunidad para plantearle la inversión de seis millones de dólares en la compra de unos aviones de guerra ingleses.

Tras descartar la operación y de paso privar a los promotores de una gran tajada en comisiones, Bosch no era ajeno a las consecuencias de su decisión. La comitiva que encabezó retornó el 19 de septiembre, el 23 se decidió el golpe en su contra y el 25 se consumó. Podía evitarse si se permitía a los militares participar en negocios con el Estado para beneficiarse, pero Bosch era demasiado íntegro. Antes prefería dejar el poder.

De la misma manera que destaca el papel de la corrupción, Bosch señala que Trujillo fue el jefe militar del golpe de Estado. “Si alguien hubiera llegado esa madrugada (25 de septiembre) a decirme que Trujillo estaba allí, que había vuelto a ocupar su sitio en el Palacio Nacional, lo hubiera aceptado como una verdad”, dice.

“Pues esa noche –agrega- el Jefe volvió a mandar a sus hombres de armas, mientras afuera, en la ciudad alarmada por las patrullas de la Policía que irrumpían en las casas para hacer preso a todo aquel que pudiera movilizar las masas, los trujillistas de toda la vida se felicitaban por teléfono y celebraban con exclamaciones de alborozo el retorno del ausente”.

Al tomar el poder, Bosch estaba consciente de que el régimen democrático tenía que esforzarse en moralizar el país o exponerse a que la inmoralidad acabara asesinando la democracia. Como ocurrió.

El Nacional

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