Opinión

Boxeador

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II
Arranqué de madrugada con mi pareja para el Cibao el “Día de las Mercedes”. Ibamos a la misa del Padre Benito en el barrio “Las Antillas” en Santiago (el que se la cantó al Presidente), a cumplir con enfermos y a darle un abrazo a un sobrino “pegao” que ya es un amigo entrañable en el mismo Santiago, recoger allí a mi último vástago que se me fue a vivir para allá y llevármelo a almorzar para Jicomé a casa de la familia que me adoptó desde que allí terminé la Pasantía Médica en 1984, y finalmente asistir a un campito de Moca a la misa por el primer mes de fallecida de la madre de nuestra hermana en los afectos Margarita Hiciano; allí le daría, además, un abrazo de todo el cuerpo a mi hermana mayor Yvelisse de la Consolación Díaz Vda. Tavárez. Llegué a mi casa “reventao” a las 8 de la noche, y luego de trotar fui al velatorio de Pedro Antonio Escolástico, el esposo de Edith, nuestra vecina en la oficina.
¿Qué tiene de trascendente este periplo para que merezca aparecer en “algo más que salud” y de paso sea interesante para nuestros lectores? Que fue un día para cumplir con la gente que quiero, las que al decir de Luis Franco “¿Cómo he de saber que no estoy muerto sino porque me siento latir en el corazón de los que me quieren?”, son las que nos dan motivos para vivir, las mismas que harían el recorrido a la inversa si fuese yo que necesitaré la visita o el abrazo. He confesado, aquí mismo, que me deprimo, (también le acontece a un 20% de la población), y en esos momentos la mayor garantía de reencontrarme conmigo mismo y seguir adelante, me la da ese entorno afectivo compuesto por familiares y amigos que me ayudan a entender que no soy la m… que por momentos me creo y que hay que levantarse y seguir. El mismo Luis Franco lo expresa: ¡Cómo no ha de crecer tu coraje, si tus amigos creen en él! Eso es, definitivamente, “algo más que salud”.

El Nacional

La Voz de Todos