Con la creación de las banderas, hace unos 6 mil años, la humanidad transformó un simple paño de colores en el símbolo de lo que entendemos por Patria. Un recurso de filiación tan poderoso que ató por siempre nuestra alma a los destinos del país en el cual nacimos. La bandera es nuestra segunda piel, es la presencia externa de nuestro espíritu y representa nuestro más elemental sentido de identidad, por asegurarnos un lugar en el mundo.
Lo que ondea en el mástil eres tú mismo, tu origen y tu destino. Si nuestro país es el árbol, la bandera es sus raíces, es la llamada a cubrirnos con su manto en el frío mundo de la realidad. Hoy ondean más de 200 en el frontispicio de las Naciones Unidas y cada país de la Tierra cuenta con su canto lírico nacional que la comunidad internacional reconoce y exalta. Todos los niños dominicanos van creciendo con la plena convicción de que su bandera nacional y su himno son los más hermosos entre todos los del mundo, porque la infancia dominicana lleva en su alma la semilla del cariño filial a la tierra que le vio nacer, la que le otorga, como un rayo vibrante y placentero, su inmarcesible gentilicio.
Sin embargo, la gran queja de todo el tejido social es que las nuevas generaciones están olvidando el apego a los valores patrios, casi con asomos de epidemia. Este artículo nace inspirado precisamente en esa preocupación, teniendo como telón de fondo el mes de la Patria , que termina el 27 de Febrero.
¿Es verdad que se han ido perdiendo los valores patrios? ¿Por qué parece no importarles a los muchachos que vienen subiendo? ¿Cuál es la causa de la cada vez más insistente inversión de valores? Piénselo, mientras tanto Patria proviene de Patrius, voz latina relativa al padre. Bandera se deriva de Vexilos, que eran los estandartes del Imperio Romano. Estandarte es un vocablo de origen del francés Étendard, que significa recinto atrincherado e Himno viene de Himnós, canción de alabanza en idioma griego.
