Opinión

Breve que  te quiero breve

Breve que  te quiero breve

Vórtice
Tanto como una buena novela, “Vórtice”, de Armando Almánzar,  es una nítida radiografía de la sociedad contemporánea. No sólo la dominicana, sino la de muchos conglomerados atrapados en el torbellino voraz que crea el afán desmedido por parecer, sin importar que en esos esfuerzos se diluya la vida misma. Eso es “Vórtice”, el centro de un ciclón humano, cuyas lluvias, ráfagas y furias, más que bienes materiales, destrozan el alma de seres entristecidos, ansiosos y estresados por no poder satisfacer el nivel desmedido de sus expectativas vivenciales.

Llama la atención la definición indubitable de las características esenciales de sus interesantes personajes. En ese sentido, el autor, al tiempo de reafirmar, nueva vez, su calidad como escritor, demuestra la profundidad de sus dominios al momento de navegar por la aguas profundas y turbulentas de la condición humana en muchas de sus vertientes.

Por sus páginas desfilan, como en el dramático teatro de la vida, una gama de “actores y actrices” que encarnan con maestría roles que simbolizan con fidelidad las miserias y grandezas de sus representados. Para muestras, estos botones:

La mujer que ejerce su feminidad bajo el criterio de tener en ella una herramienta mágica para la conquista de peldaños en su frenético anhelo de alcanzar ascenso social al margen del precio que conlleve, incluyendo el ocultamiento de su propia maternidad y la destrucción de la auto estima del hijo negado. “…sus piernas, sus muslos, su hermoso trasero, sus espléndidos senos que con tanta fortuna cumplían su misión de ablandadores de sesos y extractores de cuentas de banco y aquiescencias en general.” No sorprende que tal engendro esté desprovisto de los recursos intangibles para enfrentar con un mínimo de dignidad el período de agotamiento de sus encantos, lo que le produce el más estrepitoso derrumbe emocional.

El empresario con escasas luces, pero abundantes artimañas y desviaciones, que utiliza su poder circunstancial para saldar el costo de los refugios afectivos que les están vedados a partir de su ausencia de méritos y que termina siendo víctima del terrible submundo edificado con la arena y la arcilla de su doble moral.

La esposa de los compromisos sociales, similar a una extensión de las joyas que es preciso exhibir en la fastuosidad y el boato; cónyuge que recesa cuando se cierran los muros tras los cuales se oculta el infierno que la abrasa, el que sólo se mitiga en las escapadas de alcohol y sexo comprado que se atreve a compartir con colegas de la duplicidad.

El lerdo pequeño burgués de clase media, de magnífico corazón, pero incapaz de reconocer sus límites; que se convierte en tonto útil de los malvados intereses que lo usan, construyendo así, de manera inconsciente, una penosa paradoja al viabilizar el esclavo de nuevo tipo en que lo han convertido los amos que él y sus minusvalías han configurado. En esa relación de dependencia, el enajenado llega al colmo de arriesgar su vida en procura de llamar la atención de sus admirados y obtener una mínima recompensa, ofrecida casi a título de limosna, que se convierte en una especie de presea dorada. “No vayan a pensar que fue un beso de película prohibida para menores; fue un casto beso de labios comprimidos contra labios comprimidos; de una boca emocionada, pero no apasionada, a otra que nunca se hubiera atrevido a esperar aquello, cuyo propietario estuvo a punto de no lavarse la boca durante más de un día para seguir recibiendo esos efluvios internos de la mujer amada…”

yermenosanchez@codetel.net.do

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