Editorial

 Bueno y malo

 Bueno y malo

A pesar de que  las diferencias en el orden económico, tecnológico, político e institucional son del cielo  a la tierra, Gobierno, clase política, academias y  ciudadanía  acostumbran a presentar a Estados Unidos como mejor referente para comparar a esa gran nación con lo que aquí se hace o deja de hacer, pero lo que se copia o se reproduce de la sociedad estadounidense son más debilidades que virtudes.

El Gran Santo Domingo es hoy una  metrópolis con vistosos edificios, túneles, puentes, elevados, modernísimas plazas comerciales que ofertan las más sofisticadas marcas, en un ambiente algo parecido  al  “Downtown”, de Manhattan, Nueva York, aunque la diáspora dominicana se asienta en  el “Uptown”, una barriada neoyorquina que carece de esa opulencia consumista.

Aquí se quiere  emular  el tipo de “liberalismo” que se vive  en exclusivos barrios   de la Gran Manzana como “El Soho” y  el “Village”, pero olvidan que  el progreso alcanzado por Estados Unidos no se  sustenta en el desenfreno sino en valores vinculados al conservadurismo como la familia, trabajo y ahorro.

Entre la juventud dominicana, como  la del resto de América Latina, se mercadea la  idea de que la Unión Americana no es más que  droga, alcohol, sexo, violencia y consumismo, cuando en verdad las universidades estadounidenses están repletas de jóvenes  que procuran abrirse paso con el respaldo de sus familias, por vía   de la academia.

La verdadera tragedia provocada por la gran crisis hipotecaria y financiera que  se desató en 2008,  fue que millones de familias estadounidenses perdieron sus casas, lo que  significó perder  sus ahorros de toda la vida, porque  en esa sociedad el ahorro es producto del sacrifico y no del derroche.

Los políticos de este traspatio, que tanto disfrutan sus romerías a Washington y Nueva York, deberían aprender de la clase política estadounidense el sentido de responsabilidad para  con sus electores o los ciudadanos en general y entender también que  sus acciones  estarán siempre bajo  el foco de la ley.

Una partidocracia doméstica que  navega en círculo, provoca escándalos  y muy acostumbrada a la ridiculez, debería  asimilar el abecé de la política estadounidense, donde de verdad se  dialoga y se negocian normativas y leyes de tanta trascendencia como  el estatuto migratorio o el techo de la deuda.

En razón de que por un virus de vanidad colectiva se prefiere comparar a República Dominicana (Nueva York Chiquito) con Estados Unidos y no  con sus iguales de el Caribe y Centroamérica,  se sugiere que  al menos aquí se copie lo bueno y no lo malo del Tío Sam.

El Nacional

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