Opinión

Bush y Kennedy

Bush y  Kennedy

Los Bush y los Kennedy son los apellidos de más peso político en la historia contemporánea de Estados Unidos. Pero el Kennedy es el más famoso. Por su encanto y el papel que ha jugado en favor de los derechos humanos y las libertades públicas, pero también por la ruptura de algunos de sus miembros con los rígidos paradigmas de la época. El arte y la cultura le ha rendido todos los honores y en torno a la familia se han rodado películas, escritos libros y recreado estilo de vida. Las tragedias y los escándalos han opacado el esplendor de una familia que, sin embargo, aún conserva su prestigio e influencia dentro y fuera de su país.

John Kennedy, asesinado en Dallas, ha sido el único miembro del clan que ha ocupado la Presidencia. Su hermano Robert, que había ganado la nominación para disputar la Casa Blanca, también cayó abatido. Y el patriarca de la familia, Ted, no pasó de ser un histórico e influyente senador en su feudo de Massachusetts. Los demás miembros no han tenido la ascendencia de sus ancestros y si hoy el apellido conserva incidencia es por el trabajo de fundaciones como el Centro Kennedy, que ha mantenido viva la chispa contra la discriminación y todos esos valores sociales que han identificado desde siempre a la glamurosa familia.

La familia Bush no tiene la menor pizca del encanto y la inteligencia que se reputa a los Kennedy. Tiene hasta el estigma de la incultura y su oratoria no causa la menor fascinación. Sin embargo, cuenta entre sus principales galardones con una capacidad de trabajo y constancia que la perfilan como el clan político más exitoso de Estados Unidos. De hecho, podría serlo desde ya con la llegada al poder de George Bush padre y George Bush hijo, ambos republicanos. Pero ahora otro Bush, Jeb, un antiguo gobernador de Florida, ha anunciado su intención de competir por la candidatura de su partido como inquilino de la Casa Blanca. Los Bush son la típica familia conservadora, sin pretensiones intelectuales, que acuña el sueño americano y no gusta de programas sociales ni la benevolencia pública.

Las posibilidades de Jeb de llegar a la Casa Blanca no están dadas por su apellido, que para algunos analistas puede ser una carga por la herencia de su hermano, quien no solo ordenó las invasiones de Irak y Afganistán, sino que dejó el poder en medio de una crisis económica. Casado con una mexicana, se desmarca por su flexibilidad frente a los indocumentados y por otras posiciones progresistas. Por su moderación puede ser la carta para que los republicanos recuperen el poder y convierta a los Bush en la dinastía política más exitosa de Estados Unidos, aunque no se compare con los Clinton y mucho menos con los Kennedy. Por supuesto el apellido ayudará en las primarias republicanas, pero en las nacionales, en caso de ganar la candidatura, pesará el giro a la derecha que se observa en el planeta.

El Nacional

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