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Cambio de velocidad

Cambio de velocidad

Mi vida ha sido marcada por el mes de septiembre, ya que la tragedia ha tocado  mi existencia.

Hace siete años -19 de septiembre de 2006- un preinfarto provocó un accidente que trajo muerte y desgracia para mí.

Mientras que sólo apenas un año y algo, la muerte reapareció en mi vida y con lo que esto conlleva, cuando mi hermana, Ana Mercedes Muñiz Peña, falleció un dos de septiembre de 2012, durante un accidente de tránsito y cuando se dirigía a visitar a mi madre  internada en el Instituto Dominicano del Seguro Social (IDSS), producto de una trombosis.

Como si fuera poco, el pasado viernes 20, nuevamente la tragedia y el dolor retornaron a mi vida cuando mi querida madre, Hipólita Aurora Peña Troncoso, partía de este mundo a lo que considero una mejor vida.

La angustia, el dolor, sufrimiento por el cual se pasa ante un acontecimiento como este no tiene palabras con las cuales describirlo.

 Sin embargo, el temple de mi progenitora, su amor, entrega y sacrificio me dieron el valor suficiente para estar con ella en los últimos momentos y poder oír de sus labios el amor que nos profesaba y haciendo un esfuerzo sobrehumano, nos decía lo orgullosa que se sentía al poder haber traído al mundo unos hijos con los cuales se sentía  orgullosa.

Por este motivo, pido perdón y permiso para usar esta columna a título personal, aunque primero quiero darles las gracias a todas las personas que me expresaron su solidaridad, tanto de manera personal, como por medio de cartas y correos electrónicos.

Quiero, como homenaje a mi madre Hipólita Aurora Peña Troncoso (Doña Lola), dejarles a todos ustedes y como muestra de mi eterno cariño y gratitud este mensaje:

“Bien dijo Dios: Honrarás a tu padre y tu madre”. Ahora comprendo que la promesa de este Mandamiento es para el beneficio de los hijos más que de los padres. Obedecer es más una bendición que un mandato.

Honrar a mi madre es tan simple como razonar y comprender que ella se mantuvo firme para que yo naciera y procuró darme el cuidado mientras solamente dependía de ella. Limpió mis ojos, curó mis heridas, me abrazó y me consoló, Me alimentó, me protegió, oró por mí, su corazón siempre estuvo dispuesto a bendecirme cada día.

Hoy como ese 11 de septiembre del 2001 y cuando el mundo se conmocionó con el derrumbamiento de las Torres Gemelas (New York), y el sangriento ataque por parte del grupo “Septiembre Negro”, durante las Olimpiadas de Munich, yo tengo mis septiembres negros que me han marcado para toda la vida.

Gracias madre, por todo lo que me diste…Las misas se efectúan en la iglesia Santa Teresita en la Peña Batlle, del Ensanche La Fe, a las 6 de la tarde. La última será el lunes.

Recuerden: protejan los bosques y cuiden los ríos…Será hasta la próxima, si Dios lo permite.

El Nacional

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