Reportajes

Cambios en el ambiente en procura de más riquezas enojan la naturaleza   

Cambios en el ambiente en procura de más riquezas enojan la naturaleza   

La Naturaleza recela de sus procesos gobernados por leyes difíciles de sustituir. Cuando se intenta una que otra aberración ella se resiente y responde,  en ocasiones de forma contundente. No nos debe extrañar que ahora haya muchachos aún en la adolescencia sufriendo de cáncer y enfermedades que eran atributo de los “viejos”.No deben extrañar los múltiples casos de anemias y males coaligados cuando lo que demanda la publicidad es el consumo de basura pintada de comida.

Se han ido metiendo sutilmente modalidades de “enriquecimiento” de productos naturales cuyos resultados inmediatos los constituye el agrandamiento de un producto desabrido y dudoso.

De un modo que debiera merecer algún cuestionamiento a alguna autoridad se han hecho cambios genéticos en el aguacate, en los limones (ahora tan caros como si los sacaran del fondo del mar)y  los tomates.

En esa línea de agrandamiento y “mejora” se nota por igual el cambio del mango.

El de las uvas de Neiba está bien, al parecer. Se han respetado  aparentemente ciertos controles. Ahora esta fruta es, manipulada gigantesca, más cara y sustancialmente desabrida.

Bajo la abrumadora fuerza de los recursos empresas  gigantescas productoras de semillas, se intenta introducir los llamados transgénicos.

Se trata de imponer productos manipulados genéticamente para que rindan una “calidad” y unos “efectos” que respondan a la prisa de la ganancia.

Hay escuelas de pensamiento que sólo se atreven a ver sumas y restas y  en todo lo que les va y les viene de la vida.

Lo que no es útil a ese esquema perverso no sirve para nada.

La gente tiende a ser una cifra, una masa, un factor de mercado, una conciencia consumista.

Lo que cae fuera de ahí no es más que esquirla inútil.

De ahí un tipo de industrialización  utilitaria que ha llegado a lo indecible: poner a comer basura a la gente a condición de agregarle algo de dulce o de sal y envolverlo en un color llamativo en medio de estrategias publicitarias incontestables.

Y mientras ¿qué cosas nos han transformado y alterado de forma sutil o rompiente y brusca desde aquellos días seguros en que la Naturaleza y no las fórmulas industriales destinadas a la pura ganancia, invadieran el mundo?

En primer lugar y sin mediación alguna, se encargaron de cambiar la pequeña granja familiar con sus gallos imponentes de horario cantado y sus gallinas recelosas y altivas, en granjas de  pollos gringos de consumo masivo bajo iluminación perenne para que no cesen de comer y de engordar en ningún momento.

Esas alteraciones han de tener alguna consecuencia.

Para ganar más tiempo, porque para la ganancia siempre hay demasiada prisa, se experimenta ahora con  pollos sin plumas que crecen por horas.

Aquí, por mucho tiempo, será más fácil introducir cualquier negocio por  siniestro que fuere siempre que haya cierto$ incentivo$ de por medio.

El siguiente ataque sobrevino contra el cerdo criollo, en segundo plano, pero no menos importante.

Se inventaron una bien diseñada fiebre porcina africana que probablemente no se conoce ni en Africa, para eliminar la “alcancía del pobre”, el  cerdo doméstico que servía para resolver las urgencias inesperadas en el hogar.

De esa medida de sacrificio que no midió sus consecuencias inmediatas, se aprovecharon fundamentalmente los guardias que, manu militari, se posesionaron del triste puerto casero o se lo vendieron a las freidurías.

Aquello, por vía del desprecio a los procedimientos humanos, produjo nuevos millonarios y el campesino mantuvo su mudez centenaria.

No tiene dolientes ni oídos consecuentes en los vertiginosos procesos urbanos.

Veremos más manipulaciones en el porvenir difíciles de contener, salvo que la conciencia colectiva decida otra cosa.

El costo en salud de aquello  es como el de los medicamentos y la guerra, que es otra enfermedad: nomás que  con “efectos secundarios”.

El Nacional

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