Opinión

“Campaña” de Hipólito

“Campaña” de Hipólito

Un hombre de Estado reconoce cuál es su momento. Guarda distancia entre él y los políticos vigentes. Es lo que el ex presidente Hipólito Mejía no entiende ni acepa. Por eso, la gente se pregunta, si Mejía no es candidato ni ha sido escogido para dirigir al PRD, ¿qué hace recorriendo el país entorpeciendo el trabajo de los actuales dirigentes?

La dignidad reservada, en su condición de ex Presidente, representa un compromiso de respeto y solidaridad con Miguel Vargas, quien le sucederá en la tarea de aspirar a la Presidencia de la República. Solidaridad a ser expresada en compartir sus experiencias y endosarle un abierto respaldo. Sin embargo, Mejía observa un comportamiento que le resta mérito.

De insistir en tal proceder, Mejía corre el riesgo de que se le confundan con esos seres perdidos en la sombra. El Hipólito Mejía que hemos conocido hasta ahora es diferente al que regatea un triunfo. Guardamos aún -y preferimos quedarnos- con la del gran amigo, el hombre solidario, ajeno a las mezquindades.

En países como Estados Unidos, los presidentes salen del poder y se acogen a un dorado retiro. Suele vérseles en actos en que su dignidad es objeto de merecidos honores, trazando pautas acerca de la conducción del Estado y abrazando a sus compañeros de partido.

La unidad del PRD favorecerá a Mejía y sus seguidores. El orden y la disciplina preconizada por Vargas son requisitos necesarios para lograr esa unidad.

El tema de los aspirantes a posiciones en el PRD debe ser discutido a lo interno. Hacerlo a la manera de Hipólito constituye una labor de zapa que beneficia al partido en el poder. Y, en esa jugada, los amigos de Mejía tienen también las de perder. Eso de mandársele a las vacas para enfrentar los toros ha sido un craso error, recurrente en el PRD. Si no, pegúntenle al ex presidente Jorge Blanco.

El Nacional

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