Opinión

Campana sin badajo

Campana sin badajo

El dominicano ha vuelto a dar muestras de inquietante indiferencia frente al escándalo que involucra al senador estadounidense Robert Menéndez no sólo en prostitución de menores, sino en tráfico de influencias para la adjudicación de un contrato en República Dominicana a un amigo suyo. A pesar de la repercusión que cobra el caso en Estados Unidos por aquí nadie parece haberse siquiera  inmutado. Como si  importara un comino o no se quisiera despertar de un  sueño en el paraíso por intrigas que concretamente no reportan ningún beneficio.

Menéndez podrá ser un congresista muy influyente y su amigo, el oftalmólogo dominicano Salomón Melgen, un profesional muy meritorio y honrado. Pero en Estados Unidos nada ni nadie están por encima del sistema. Por eso las entidades correspondientes han abierto la investigación para proceder si, en verdad, son fundadas las denuncias contra el senador por New Jersey. Y la prensa estadounidense, la misma que a través del escándalo Watergate, propició la renuncia del presidente Richard Nixon, se ha ocupado de jugar su rol informativo.

Pero aquí a la sociedad civil, que ha pasado a ocupar el papel de los partidos de oposición, ni a nadie se le ha ocurrido emplazar al Gobierno para que aclare versiones como la de que el legislador ejerció influencias para que se asignara a su amigo la instalación de equipos de rayos X en los puertos. Se trata de los mismos equipos que los navieros han denunciado que operan con la tarifa más elevada de la región. ¿Cuál será el próximo ingrediente del escándalo que empaña la carrera del político demócrata? Si la prensa norteamericana no lo saca a relucir lo más probable es que por aquí no se sepa nunca.

Ha sido El Nuevo Herald, de Miami, el periódico que ha dado cuenta de que Menéndez  se movió en Washington para que el Estado   cumpliera el contrato sobre la instalación del sistema de rayos X con una compañía propiedad de Melgen. Si bien es cierto que no se puede partir a la ligera, pues todavía hay que esperar los resultados de la investigación que vincula al senador demócrata con prostitución de menores en este país, la gente se ha comportado como si no pasara nada. Y es posible que esa actitud tenga también su razón de ser en la amarga experiencia que se tienen con los grandes escándalos, sobre todo de corrupción, que  han terminado diluyéndose. Como si fueran arrasados por el viento.

O tal vez porque el escándalo, comparado con las cosas que ocurren por aquí, sea de muy poca monta como para inmutarse. Pero, por las razones que fueren, los elementos que han salido a relucir no es para que el caso tenga la resonancia como la de una campana sin badajo.

El Nacional

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