Opinión

Cancelación de la visa a Rosario

Cancelación de la visa  a Rosario

Pedro P. Yermenos Forastieri

La cancelación por parte de Estados Unidos de las visas al presidente de la JCE, tanto la de su pasaporte diplomático que deriva de su condición de funcionario, como la emitida a título personal, ha tenido, como es normal, gran repercusión. Tengo diferencias con la mayoría de las reacciones generadas sobre el tema.

No está en discusión el hecho de que el otorgamiento, la negativa o la reversión de visados por parte de cualquier Estado, es una prerrogativa que nadie puede escamotear. Tampoco se puede negar la potestad de toda persona y, de manera particular, de las naciones, de conocer las razones por las cuales contra ellas se aplican medidas que desatan cuestionamientos en torno a su accionar público y/o privado. Nadie tiene la facultad de hacer eso sin al menos ofrecer explicación que permita comprender la actitud.

En ese sentido, considero que el Señor Roberto Rosario debió solicitar una justificación a los funcionarios que lo visitaron para transmitirle la decisión, con el simple argumento de que al no hacerlo, propician que se formule todo tipo de conjeturas y él no debiera permitir que su trayectoria profesional y personal sea cuestionada sin méritos.

De otro lado, este caso no se trata de un retiro de visado a persona común y corriente, se trata, nada más y nada menos que de la primera figura del poder electoral del país, estamento que está en los albores de ser reestructurado y su actual presidente podría ser confirmado en su posición.

En ese contexto, por razones de lógica elemental, a la institucionalidad dominicana debiera interesarle los motivos por los cuales se ha tomado la decisión comentada.

Es poco contundente el argumento de que Estados Unidos no suele ofrecer explicaciones cuando procede de esta forma. No importa. Que al menos quede constancia de que el afectado, interesado en salvaguardar su prestigio, exigió una explicación, y el país pidió saber qué puede escudarse detrás de una medida que en todo caso coloca en riesgo la imagen de uno de sus funcionarios esenciales. En adición, es falso que no se puedan tener, usando los canales correspondientes, las explicaciones pretendidas.

Todo lo que no esté dirigido a conocer la verdad de lo que motivó lo ocurrido, es puro circo, distracción y fuegos de artificios para contribuir a que esa certeza no se establezca. El inocente, prevalido de su condición, remueve cielo y tierra para que todo sea aclarado.

El Nacional

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