Opinión

Cancillería y yo

Cancillería  y yo

En Jarabacoa, un amigo me informó que en las redes sociales yo aparecía en un listado de la Cancillería de “los que no trabajan”. Me recomendó a su vez responder, ya que dado el proceso político a que nos abocamos atacarme a mi es atacar a mi compañero y su organización política. Además, añadió: “no es bueno que te confundan con las megadivas amantes de funcionarios gubernamentales que reciben salarios de Cancillería”.

Le expliqué que ser embajadora adscrita en temas específicos de la Cancillería no significa no trabajar. Significa pasar de un rol activo al de asesora, y estar disponible para servir cada vez que la institución lo requiera.

De todos modos creo que este inundo amerita algunas aclaraciones que enlisto:
1.-En 1991 fui nombrada como embajadora adscrita en los temas de mujer, niñez y adolescencia de la División ONU-OEA. Enseguida me apersoné a la Cancillería, donde enfrenté el absoluto desinterés de la entonces viceministra en otorgarme una oficina.

2.-Debo al embajador Villanueva, entonces encargado de la División, y su deferencia hacia mi familia: (Mi padre fue egresado de la Escuela Diplomática; mi suegro dos veces Canciller; mi cuñado embajador en Washington y Horacio Vicioso una leyenda en la función diplomática) que se me otorgara una oficina y la asistente más eficiente de la bolita del mundo: Cecilia Caballero.

3.-Ya instalada, observe que había un ejército de mujeres trabajando en la limpieza, mensajería y servicio de café, todas temporeras aunque algunas ya tenían cinco y diez años trabajando en la institución, una manera de obviar sus derechos y beneficios.

4.-Tambien comprobé que había un Departamento de Personal que nunca se había ocupado de la formación de esas mujeres, por lo que con la anuencia del Dr. Hugo Tolentino, el mejor Canciller que he conocido, logramos una ordenanza para que todos los 8 de marzo, primero de mayo y 25 de noviembre se dedicaran a talleres de formación. Los materiales de apoyo procedían del UNICEF, Ministerio de la mujer y del Trabajo, y los refrigerios corrían por nosotras.

5.-Mi oficina se convirtió así en un consultorio donde asistíamos a las mujeres en sus problemas de violencia doméstica, anemia crónica, derechos laborales, aunque nunca conseguimos que se les otorgara un seguro médico.

6.-Notamos también que los informes de país sobre mis áreas correspondientes los hacía una burócrata desde su escritorio, sin la participación de la sociedad civil, ONG especializadas y organismos del Estado, e instituimos la elaboración conjunta de los informes y el acompañamiento de las delegaciones.

De nuestro trabajo en la creación de redes consulares contra el tráfico y trata, en Europa, Centro y Suramérica, hablaré en el próximo artículo.

El Nacional

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