Opinión

Caprichos lunáticos del Jefe

Caprichos lunáticos del Jefe

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El abuelo se opuso de manera radical a quitarle la vida a un ser humano, se negó rotundamente a ser el ejecutor de tan vulgar crimen tan sólo para satisfacer los caprichos lunáticos del Jefe, porque lo que le estaban pidiendo no era ningún servicio a la patria sino una orden que él nunca obedecería. Su respuesta fue tajante:

-No lo haré. No cuenten conmigo.

-Quiere decir que usted rechaza el premio que el Jefe ha puesto en sus manos.

-Sí.

-¿Acaso está usted loco?

-Díganle a su jefe que yo he vivido con humildad, y que pienso morir siendo humilde.

-Sepa que esto no es asunto de humildad. Deje su maldita humildad a un lado. De lo que se trata es de colaborar con la patria, con la paz ciudadana, con el Jefe. Usted no es más que un buen pendejo…

-Seré viejo, pero no pendejo. No lo haré; y de eso estoy seguro.

Cuentan que el Jefe cambió de color cuando supo lo acontecido. Que su respuesta fue la inmediata cancelación y apresamiento de los agentes secretos que tuvieron contacto con el abuelo por no haber matado, al instante, al insolente que se consideraba más humilde que el Jefe. La cancelación del capitán, del teniente, de los dos sargentos, de los cinco cabos y de los ocho soldados rasos por no haber informado a sus superiores, con anterioridad, que un insolente vivía en ese pueblo. El traslado del cura párroco se dio por haber permitido que un insolente pisara la casa de Dios, que era lo mismo que decir la casa del Jefe. La cancelación del administrador, del auditor, del jefe de campo, del encargado del personal, de todos los listeros, y del jefe de molienda del ingenio por haber consentido que un insolente negociara en una industria azucarera propiedad del Jefe. El síndico, los regidores, el diputado, también el senador y el gobernador de la provincia, fueron reprendidos públicamente y luego obligados a renunciar de sus cargos.

Cuentan que no fueron pocos los que cayeron en desgracia. Y también cuentan que el abuelo, Juan Abraham, una vez se burló de la muerte. Esbirros al servicio del dictador le propinaron tremenda pero que tremenda paliza; y pensando que lo habían matado lo tiraron por un barranco

En fin, que mi abuelo murió como se lo había propuesto: con humildad, alegre, sonriendo, en silencio… Que fue una mañana lluviosa, mientras dormía en su cama. Y que su muerte ocurrió dos años después que unos hombres con los pantalones bien puestos mataron al maldito Jefe.

El Nacional

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