Es poco lo que se habla y escribe en torno a los grandes benefactores de la Humanidad.
Son pocos, muy pocos y de vez en cuando, los hombres y mujeres que han logrado la categoría filantrópica que obtienen titulares y palabras sinceras en los medios de comunicación del mundo, incluyendo la República Dominicana.
Del mundo se habla de grandes hombres y mujeres como Alejandro, Napoleón, Julio César, Amílcar, Darío, Augusto, Mario, Periches, Marco Aurelio, Garibaldi, Bismarck, el Cid, Solimán, César Borgia y otros colosos que dieron brillo al género humano.
O de dictadores como el hombre cuyo nombre es hoy, después de Jesús Cristo, el más citado a todos los niveles internacionales: Adolf Hitler. Y con él sus colegas Musolini, Franco, Oliveira, Mobutu, Idi Amín, Sadan, Kadafi, Botha, Bocassa, Mubarack y otros esbirros.
Menciones constantes merecen los héroes de la Segunda Guerra Mundial: De Gaulle, Stalin, Roosevelt, Tito, Eisenhower, Montgomery, Marshall, McArthur, Bradley, Leclerc, Zhukov, etcétera.
Lo mismo sucede con los dictadores latinoamericanos, tan citados: Pinochet, Francia, Batista, Machado, Pérez Jiménez, Hernández, Noriega, Rosa, Díaz, Cipriano Castro, Estigarribia, Rojas Pinilla, los Somoza, Remón, Stroesner, y otros especímenes.
O se habla mucho de nuestros propios dictadores, con Trujillo a la cabeza, siguiendo con Santana, Báez y Lilís. Y también de otras figuras importantes de la vida nacional a nivel político o militar: Caamaño, Balaguer, Manolo, Jacobo, Salvador, don Antonio, Hipólito, Danilo, Miguelito, Morales Troncoso, etcétera. Sin necesidad de citar al más citado de todos los de hoy: el presidente Leonel Fernández.
O los héroes de ayer, aunque se citan en menor grado o intensidad: Duarte, Sánchez, Mella, Luperón, Espaillat, Jiménez, Duvergé, Valerio, Guzmán Espaillat, Gubert, Cayo Báez, y sigan contando.
¿A qué viene el tema de hoy? Muy sencillo: pasamos por alto a los benefactores de la humanidad, hombres y mujeres que representaron un maravilloso ideal de ayudar a los demás.
En el plano internacional nos olvidamos de Fleming, de Finlay, los Curie, Koch, Hansel, Salk, Sabin, Barnard, Pasteur, Dunant, la Nightingale, Maniatan Williams, etcétera.
Y aquí nos olvidamos de Evangelina Rodríguez, Heriberto Pieter, Francisco Javier Billini, Emil Kasse Acta, Héctor Mateo, Theo Gautier, Nocin Hazouri, Alejandro Capellán, y otros benefactores de la Himanidaa.
Y entre todos ellos y ellas, una santa en vida (como yo la bauticé): Mary Pérez de Marranzini, la gran dama que rehabilita y cuya obra es desconocida en un 80 por ciento.
O una dama de la categoría humanitaria de doña Sara Estrada de Corripio, ya fallecida, y que dedicó su vida a ayudar causas ajenas, las causas nunca quiso que estas cosas, o sea, su amor por los demás, se supieran.
Y para terminar, porque es mucho lo que hay que escribir de los héroes y heroína anónimos que ejercen un verdadero ministerio cristiano, el caso de doña Rosa Emilia Sánchez viuda del ingeniero Manuel Enrique Tavárez Espaillat.
Esta mujer vio morir a su esposo de toda una vida, y en lugar de amargarse o decir por qué a mí decidió dedicar su vida a pedir para los demás, a ayudar a los enfermos de cáncer, a buscar medicinas, a lograr tratamientos médicos, a llevar alimentación, en fin, a socorrer a los que no tuvieron, como su esposo, los recursos para luchar contra esa enfermedad.
Y ella acaba de morir. ¡Qué lástima! ¡Santa en vida, y ahora en el Cielo!