¿Qué Pasa?

¡Caramba, Caramba, Ramón Leonardo, Caramba!

¡Caramba, Caramba, Ramón Leonardo, Caramba!

Esta no es una “Expresión Joven” que digamos. Es un intento de paráfrasis infeliz, es la evocación quejumbrosa de un himno, de una época, de un sueño y de un destino. Un intento de tocar la piel aún no cicatrizada de aquellos años 70s, que más que una década fueron un calendario en fuego, un océano en sangre, meciendo la libertad en brumosos oleajes.

Y hoy, como si aquel océano febril y rojo regresara de navegarse a sí mismo, nos devuelve a sus orillas a un náufrago de esos días. Solo, enfermo y abandonado por sus propias banderas de solidaridad, de justicia, de dignidad y de amor entre los hombres.

Un hombre que elevó en hombros del coraje y la lucha el nombre insurrecto del Comandante Patria, “Francisco Alberto, Caramba… dijeron que estabas muerto… que tú te has ido no es cierto, tu estás viviendo en el pueblo…”

Y lo gritaba tan alto que desafiaba los fusiles ruines que se llevaron a Orlando y a tantas y a tantos. Pues sí, hoy ese hombre, voz de combate, de denuncia y de esperanza, es un náufrago solitario en una cama de abandono y de vergüenza.

Ramón Leonardo Caramba, estás ahí, agonizando más de olvido que de quebranto, sin que los brazos de la Patria por la que arriesgaste los tuyos guitarra en ristre, acudan a abrazarte como merecen los grandes hijos.

Como si te persiguiera el mismo infame destino de quienes lo dan todo para recibir a cambio menos que nada, la ingratitud y el olvido.

Pregunto, ¿Qué pensar, qué decir, qué creer? ¿Qué esperar de una sociedad que condena al destierro y la ignominia a sus héroes y a sus mejores hijos, mientras eleva en hombros hasta el pedestal de la gloria a sus verdugos y a sus bandidos? Tristemente es así desde los albores de la Patria.

Fue así con nuestros Padres fundadores de la nacionalidad: Duarte desterrado, Sánchez fusilado, Mella mellado. Y como si la sombra del pesimismo atravesara cual fantasma los siglos de los siglos, sigue obrando así nuestra Patria con sus mejores hijos.

¡Caramba, Caramba, Ramón Leonardo, Caramba! ¿Será que un ramalazo de vergüenza propia o ajena, nos sacudirá tanta ignominia para que acudamos a tocar contigo un nuevo himno a la esperanza?.

(A la hora de publicar estas notas, nos llega el rayito de esperanza invocado. Nos dicen que el Ministerio de Cultura asumiría los gastos del tratamiento médico a Ramón. ¡Bien por el Ministerio, Bien por el Ministro, el sensible y atento, José Antonio Rodríguez, Bien por el Gobierno de Danilo Medina! No podría esperarse menos).

Penosamente este gesto noble no alcanza para borrar el sabor amargo que nos deja el malvivir en una sociedad que nos orilla hasta el abismo para luego acudir de emergencia a tratar de rescatarnos del desastre inminente, en el instante infausto en que el grito desesperado del abandono hiere los oídos de la avergüenza nacional.

 

Sudelka Garcia

Periodista de El Nacional Digital