Señor director:
Poco a poco se está cociendo la idea de que es el machismo que está matando unas cien mujeres anuales. Pero, nos parece que este es un mal multifactorial incubado dentro del mal general de descomposición social de delincuencia, violencia e impunidad que afecta de arriba hacia abajo toda la sociedad.
Una visible característica de estos feminicidios es que buena parte de victimarios se suicidan. Si fueran tan machistas no se suicidaran. Hoy ha de haber menos machistas que hace 30 ó 40 años. Nos suponemos tener más conocimientos y más conciencia, aunque más deshumanizados.
En los feminicidios hay más de esto último que de machismo, y habría que concluir, que el valor de la vida se ha ido perdiendo e invirtiendo.
El cuerpo de mando de este país, desprecia e ignora adrede valores como el amor al prójimo, la honestidad, el respeto, la justicia, la fe, etc., y maneja a conveniencia personal y política: la tolerancia y la solidaridad, por tanto, no es de extrañar que el respeto a la vida esté perdiendo significación. La violencia y delincuencia que nos acosan tienen mucho de machismo. Es una conducta aprendida en el mercado político vernáculo que resalta y practica el antivalor.
En este país se exalta, se premia y se condecora a ladrones; legisladores que violan la Constitución y las leyes; aquí se compra y vende sentencias, la Policía hace justicia por sus propias manos a los pobres; solo hay consecuencia para ladrones pequeños; las cárceles son canteras de crimen y droga; el Cesfront controla para sí el peaje pero no el cruce de ilegales; el gobierno gasta sumas millonarias en promoverse, pero no en medicinas para los hospitales.
Si décadas atrás había más machismo que hoy ¿por qué esta zafra tenebrosa de feminicidios? Creemos que es una conducta endemoniada, extrapolada de los hechos perversos esbozados más arriba. Pegarle los feminicidios a un machismo disminuido puede ser una evasiva irresponsable de las autoridades, bajo el pretexto de que todos/as, hombres y mujeres, somos machistas y no es así.
Cierto es que nos están matando muchas mujeres y la respuesta debe ser masiva, unificada y rápida, desde las escuelas y colegios, con estudiantes, padres y tutores; que las autoridades públicas y privadas con roles de mando, desde el No. 1 (el presidente) hasta los mayordomos, cambien su actitud y sepulten sus malos modelos de engaño, injusticia, extorsión, privilegio y toda práctica perversa y sin ética que realizan, hasta revertir esta ola criminal contra las mujeres; asumamos en su defensa, un compromiso compartido.
Atentamente,
Lic. Santiago Martínez
