Opinión

CARTAS DE LOS LECTORES

CARTAS DE LOS LECTORES

Recordando a Junio Lora
(1)
Señor director:
Seguro de que recuerdan al periodista Junio Lora Iglesias. Yo, y la familia Lora, apreciaríamos la publicación de este pequeño trabajo en memoria de El Maestro.
Junio murió el 26 de agosto del 2003.
Quien conoció a Junio Lora tuvo la suerte y, lo más probable, la satisfacción de conocer un humano fuera de este mundo; casi un extraterrestre, como a veces el mismo se calificaba. Junio era alegre, amable y cariñoso. Era además, laborioso, humilde y humanista; cualidades necesarias para calificar, como lo hizo, miembro de alguna célula de aquel glorioso y añorado 14 de Junio (1J4).
A temprana edad, Junio dio muestra de sus habilidades artísticas y del absoluto dominio de lenguaje hablado. Con frecuencia, deleitaba a sus amistades cercanas haciendo alarde de sus habilidades lingüísticas y de su agudo sentido de la métrica. Estas cualidades, junto a las cátedras gratuitas que le ofrecía a sus amigos sobre “Cómo llamar la atención del sexo opuesto”, le ganaron, sin dificultad, el mote de “El Poeta”.
Su trabajo de reportero y/o de corrector de estilo en El Nacional lo mantenía fuera del hogar, la mayor parte del día. Sin embargo nunca se entregó a los brazos de Morfeo sin antes “chequear” a cada uno de los muchachos (Indhira, Janio y Ernesto), ni sin antes haber leído los periódicos del día acompañado por las añejas canciones que brindaba Radio Popular, de lunes a viernes, a través del popular programa “100 canciones y un millón de recuerdos”.
Recuerdo las silenciosas expresiones de satisfacción cuando, al finalizar una de las entregas musicales, se apresuraba a nombrar el cantante y el título de la canción, los cuales eran confirmados, sin perder tiempo, por César Peguero, el locutor y director del programa.
Como aficionado del juego de Dominó, recibió y honró el nombre del El Gallo, quizás por sus certeras “capicúas”, las cuales dejaban, hasta al más creyente, con la boca abierta.
Un domingo tuve la suerte de verlo en acción personalmente. Todo sucedió aquella calurosa noche en Villa Olga. Antes los ojos de los espectadores, que ya no eran muchos, Junio- El Gallo-Lora colocó su pieza con mucha delicadeza, inhaló profundamente y, súbitamente, dejó caer su cabeza como si su cuello se hubiese rendido ante el implacable y constante efecto de la gravedad o, por los efectos que producen unos cuantos traguitos de más.
Atentamente,
Felipe Lora

El Nacional

La Voz de Todos