Opinión

Cartas de los lectores

Cartas de los lectores

Juicio de la historia

Señor director:
Asistimos a la más conspicua degradación del poder, a una degeneración ética política en la sociedad dominicana.

Hay, si se quiere, una crisis de la legitimación de las instituciones políticas, medularmente visibilizada en los partidos políticos.

Estos, sobre todo los cuatro que ostentan la categoría de mayoritarios, sobreviven, en gran medida, uno porque está en el poder y los otros, por el financiamiento público.

Lo que estamos viendo es cómo una empresa internacional copó por completo las instituciones públicas y capturó el Estado.

El compromiso de los actores políticos con funciones públicas no era defender los intereses del Estado dominicano y con ello, el conjunto de la sociedad. No. Era la búsqueda de “dónde está lo mío”.
Todavía el acuerdo de homologación con Odebrecht, constituiría más una defensa y un cuido a esa empresa que la defensa por resarcir a la sociedad.

Odebrecht sigue operando y cobrando, a pesar de que existe una ley que lo impide, pues lo que hizo conllevaba su inhabilitación.

La inmensa mayoría de los actores políticos que han gravitado en el escenario del Estado, propiamente dicho, no tienen sentido de la historia, no tienen conciencia moral, no proyectan su vida aun después de muertos.
No se instalan, ni siquiera un segundo como lo van a ver las generaciones posteriores; no conciben pautar su existencia de hoy, conjugando el presente en una perspectiva de futuro.

Su vida es ahora; sus sueños: la materialidad que le da el confort del consumismo. Su dilema ético: todo es relativo; hacemos todo lo necesario para mantener la opulencia del poder.
Como decía Martin Luther King “un hombre no mide su altura en los momentos de confort, sino en los de cambio y controversia”.

La sociedad dominicana se encuentra en esa nueva etapa de transición. Odebrecht, como curvatura, trajo consigo: crisis y oportunidad.

En medio del estupor y dolor del grado de putrefacción, ella haría despertar el resorte y la rabia de ver tanta corrupción y la grotesca impunidad.

Odebrecht nos capturó, nos tomó como el ejemplo y la cuna del paraíso de la depravación, de la llave segura donde podían trasladar “sus operaciones estructuradas”.

Atentamente,
Cándido Mercedes