Opinión

CATALEJO

CATALEJO

En las décadas de 1940-1950 existía en San Juan de la Maguana un trovador conocido como Juan Memela, quien era el favorito para acompañar a los enamorados en las serenatas de la “alta sociedad”.

Papá, que cantaba y tocaba la guitarra, siempre me hablaba de él como un excelente músico e intérprete de las mejores canciones de la época.

En la niñez conocí a dos fraternales amigos, compadres y contertulios de mi padre: Francisco Carías Lavandier y Luis Cadena, profesores de música de varias generaciones.

El 27 de febrero de 1932, Carías Lavandier fue nombrado director de la Banda de Música de San Juan, en sustitución de Carlos Reyes. En los años 60, al frente estuvo Luis Cadena, mi instructor.

Acompasada con la labor de ambos y en exquisita armonía instruían la pianista Hilda Cámpora de Piña (doña Monina), en la Escuela de Bellas Artes; Plinio Féliz y Plinio Pietrera, en la Escuela y Banda Municipal.

A estos pioneros, que enseñaban “por amor al arte”, les siguieron el ritmo las también pianistas Providencia Montes de Oca y Gorgette Michelén.

Con algunos de ellos se iniciaron Marianela Sánchez, Guillermo (Guillo) Carías, Arnaldo Bloise, Juan Dolores Valdez (Lolo), César Nannum, Papo Cadena, Freddy Gerardo, Juan Valdez…

Esa Escuela de Bellas Artes ha sido sometida a una amplia remodelación y se anuncia la inauguración para este domingo, sin dar los toques finales a su estructura física.

Faltan los equipos de oficina, instrumentos musicales, medios para la enseñanza de artes plásticas, teatro y danzas, entre otros, así como de muchos profesores.

Por respeto a la memoria de sus insignes maestros y no menos virtuosos ex alumnos, algunos de los cuales ya moran en el Olimpo, Bellas Artes debe abrir sus puertas en tiempo y forma.

El Nacional

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