Opinión

CATALEJO

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Pretextando el uso de armas químicas en el conflicto bélico de Siria, y sin que se hayan reunido las evidencias de quién ha empleado esos medios, los halcones de Washington insisten en culpar al gobierno de Bashar al-Assad y “castigar” con su poderío militar avasallante a ese país, en violación al derecho internacional y a resoluciones de la ONU.

El mundo está en peligro. El presidente Vladimir Putin fue enfático al asegurar el pasado viernes que Rusia defenderá a Siria de un ataque exterior: “¿Vamos a ayudar a Siria? Sí”. Y agregó: “Ya estamos ayudando. Suministramos armas…”.

El imperio no tiene moral para criticar el condenable uso de armas químicas y biológicas, porque EEUU es quien más las usa en sus guerras de agresión, dejando cientos de miles de víctimas.

El Ejército de EEUU, por ejemplo, usó el NAPALM, Agente Naranja y fósforo blanco en Vietnam; el primero y el último en Irak. Y usó la bomba atómica contra Japón.

Estados Unidos suministró NAPALM y fósforo blanco al Ejército Dominicano, durante la dictadura de Trujillo (1930-1961), para que este los usara contra los expedicionarios del 14 de junio en 1959.

En 1967, en el gobierno de Joaquín Balaguer, junto a su chofer Manuel Matos Ferreras, Pablo Rafael Casimiro Castro, siendo senador del PRD por Pedernales, fue objeto de un atentado con fósforo blanco.

Casimiro se desplazaba en un jeep por la calle Padre Billini, en Ciudad Nueva de esta capital, y le fue lanzada una bomba por un agente del gobierno; escapó con vida, pero le quemó manos y brazos, y su rostro quedó desfigurado.

Más tarde, en 1986, Balaguer lo nombró subsecretario de Interior y Policía. Fue sometido a cirugía reconstructiva en Cuba, mejorando su aspecto. Se llevó a la tumba el estigma de esas quemaduras.

El Nacional

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