Opinión

CATALEJO

CATALEJO

Autoritarismo y corrupción.-
Uno de los grandes males que se han ido estructurando en la sociedad dominicana es la cultura del ascenso socio-económico a través de la corrupción de Estado, promovida por los que gobiernan y disponen a su antojo de los recursos públicos para mantenerse en el poder de forma autoritaria e ininterrumpida.

Promueven el juego de azar, narcotráfico, lavado de activo, mendicidad, asistencialismo politiquero, nominillas de “botellas” pagadas con recursos públicos y canonjías a cambio de genuflexión política.

Como parte de la descomposición que han promovido en el país, apreciamos un repunte de la prostitución femenina, masculina e infantil, así como del raterismo y pandillerismo que acogotan a los dominicanos.

Los que gobiernan, más que dirigentes de una nación, son grandes empresarios anidados en los recursos públicos, los que se reparten a través de la inversión estatal y la articulación con redes bien organizadas.

Han hecho de la administración pública un estercolero, el súmmum de la ineficiencia y el despilfarro; se nutren del erario succionando la mayor parte y “boroneando” a sus promotores más comprometidos.

Frente a este desastre habría que repetir con Américo Lugo, de que “el pueblo dominicano no constituye nación”, por el envilecimiento al que se le había sido sometido desde la intervención yanqui de 1916.

Lo peor de todo esto, es que los gobiernos del PLD han ido inoculando la insensibilidad frente a la corrupción, de manera que la descomposición ético-moral de la sociedad se considere como algo muy normal.

Contra lo que alertó Hannah Arendt al citar la “banalización del mal”, que promueve la sumisión a la “autoridad” y justifica la incondicionalidad irracional para violentar normas de respeto a la dignidad humana.

El Nacional

La Voz de Todos