Opinión

CATALEJO

CATALEJO

Anulfo Mateo Pérez

Del reflujo a la dictadura

 

Las revoluciones sociales no las hacen las “personalidades”, por muy brillantes o heroicas que ellas sean, las hacen las masas populares, por lo que se convierten en tareas inaplazables del momento la educación de los trabajadores, organizarlos, activar las luchas por sus intereses y elevar su nivel de conciencia.

Decía Carl Marx que los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen bajo circunstancias elegidas por ellos, sino bajo aquellas en que se hallan, que existen y les han sido legadas por el pasado.

Que la tradición de todas las generaciones muertas oprime como pesadilla el cerebro de los vivos y en las épocas de crisis revolucionaria es cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado.

Precisaba el genio alemán, autor de El Capital, que los vivos toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz, representar la nueva escena de la historia universal.

Cuando los que gobiernan se empeñan en ralentizar la lucha social, cooptar a sus dirigentes y a la pequeña burguesía, así como silenciar los medios de comunicación estamos a la puerta de una férrea dictadura.

Trujillo, durante sus 31 años de absolutismo militar cercenó libertades y derechos del pueblo, se rodeó de intelectuales envilecidos, que a cambio de favores construyeron la cultura del conformismo.

Por esa práctica perversa Américo Lugo le recriminó al tirano cuando en su histórica carta le aclaraba con franqueza que su pluma no tenía precio ni pertenecía a la farándula que lo seguía a cambio de lisonjas.

Recordando los mejores momentos de la lucha por la libertad, podemos decir que de su templo no ha quedado piedra sobre piedra, sus bocas selladas y sus plumas rotas en nombre de la propiedad y del orden.

El Nacional

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