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Celeste Woss y Gil pintora que rompió moldes

Celeste Woss y Gil  pintora que rompió moldes

Una exposición titulada “10 Grandes Clásicos de la Plástica Dominicana”, dedicada a la primera pintora dominicana Celeste Woss y Gil, dibujante, escultura y maestra, es exhibida en el Centro Cultural Banreservas.

La muestra incluye una de sus piezas emblemáticas: una mujer mulata desnuda, postura que hasta el momento nadie se había atrevido a presentar.

En la galería de exposiciones del mencionado centro, se exhiben durante un mes las obras de José Vela Zanetti, Gilberto Hernández Ortega, Antonio Prats Ventós (con tres esculturas), Eligio Pichardo, Silvano Lora, Dionisio Pichardo, Timoteo de los Santos (Vinagre) y Carmen Bernardó, propiedad del coleccionista Roberto Henríquez.
Casi todas las piezas mostradas son “grandes clásicos”, aun cuando se les fuera de la mano incluir algunos que son importantes, pero que no llegan a la condición citada. Y algunos, grandes clásicos sin duda, son españoles. Debió ser otro el título de la muestra.

Pero centremos la atención en la artista y docente, que se atrevió a establecer precedentes estéticos que hoy son una referencia. Esa exposición hay que ir a verla, en especial pintores, maestros y estudiantes de Bellas Artes, ya que hay verdaderas joyas expuestas. Coincidimos con el criterio del poeta Juan Freddy Armando, director de Cultura de Banreservas, en sus palabras de apertura de la muestra, cuando sostiene que ella (Celeste), ha hecho en la pintura dominicana, lo que Walt Whitman logró en la poesía norteamericana: humanizarla, aterrizarla de acuerdo a la realidad, hablar y reflexionar sobre los hombres y mujeres normales, alejados de los estereotipos que repitieron al infinito los poetas estadounidenses que le precedieron.

Hija de Alejandro Woss y Gil, -quien fuera presidente de la República-, Celeste Woss tuvo la fortuna de estudiar pintura con Abelardo Rodríguez Urdaneta. Salió del país por el exilio de sus padres y fue a recalar a París, ciudad toda del arte, en la cual se cultivó como artista.

En 1923, ahora en New York, estudió la forma humana, perfeccionó su técnica, su dominio de las bases del dibujo, el cromatismo y comenzó el proceso de orientar su obra plástica con un tono de identidad de lo dominicano, y particularmente de la mujer.

A su regreso al país, en 1931, abrió un taller de pintura en el patio de su casa y se entregó a crear un precedente estético. Hasta ella, los pintores locales plasmaban en sus lienzos, sólo personas de origen nórdico, blancos por preferencia.
Una maestra que se atrevió a romper moldes y de la cual hay un cuadro a disposición para constatar un temperamento artístico singular y único.

El Nacional

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