Opinión

Chinos a un japonés

Chinos a un japonés

El hombre le dijo a la mujer “No más alimentos”, que alguien debe sobrevivir. Cuando muera, le instruyó a la esposa, tomen mi cuerpo y aliméntense, tú y mi hijo.

Una hambruna azotaba China, porque el líder de la Revolución, Mao Set Tung, había lanzado lo que llamó “El salto adelante”, y decretó que los chinos se dedicaran a fundir en improvisados hornos todo lo que se parezca hierro para producir acero.

El acero no sirvió para nada, mientras todo el pueblo rural se había olvidado durante dos años de la producción agrícola, provocando una hambruna que dejó un número de muertos que compitió con las víctimas civiles y militares de la Segunda Guerra Mundial.

Superado el revés, Mao convocó a los intelectuales chinos a exponer sus críticas contra el sistema bajo la consigna de que “Se abran cien flores y compitan cien escuelas.” Las paredes de las ciudades se llenaron de pasquines y algunos periodistas se desahogaron en las páginas de los periódicos. Mao no estaba preparado para el nivel que alcanzó la crítica y miles perdieron sus empleos y el resto de los críticos, de posiciones más radicales, fueron a dar tras las rejas, como Trespatines.

Se seguía a Mao ciegamente. Un periodista condenado se consideró el mismo acabado hasta escribir artículos en su propio periódico denunciándose de su equivocación y de haber caído dentro de “los derechistas”. Tanto él como su mujer, a pesar de ir a la cárcel, se decían hacia dentro que merecía el repudio del Poder porque Mao no podía estar equivocado.

El líder fue apartado del Poder, pero cuando una nueva generación había crecido y desconocía aquello de la “hambruna”, Mao, con 73 años, se lanzó al río a nadar y volvió a recuperar el Poder. A sus pasos, las jóvenes histéricas y con lágrimas que descendían en sus mejillas, se avalanzaba sobre como si fuera una estrella Hollywood, y él les besaba las manos, las cuales no se lavaban durante semanas y los que tenía cuenta del acontecimiento también querían tocar aquellas manos “bendecidas” por Mao.

Pero ese Mao que le describo no es el importante para la historia, sino aquel que liberó a la quinta parte de la humanidad y fue capaz de unirse con su enemigo interno, Chiang Kai-shek, para combatir la invasión japonesa, tras convencer a sus seguidores con la teoría sobre las contradicciones, las cuales calificó como “contradicciones principales y contradicciones secundarias”

Las contradicciones de los miembros de una nación son secundarias con relación a las contradicciones entre una nación y otra. La nación es un sentimiento, lo que explica que en el hospital Morgan haya un letrero que reza: “No les diga chinos a los japonés”.

El Nacional

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