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Científico español elabora vacuna para combatir la malaria

Científico español elabora vacuna para combatir la malaria

MADRID.  (elmundo.es).  Hace dos años, Pedro Alonso junto a otros tres colegas escribió una carta a Anthony Fauci, director de los Institutos Nacionales de Enfermedades Infecciosas de EEUU (NIAID). En ella le pedía una ‘segunda oportunidad’ para una nueva vacuna contra la malaria cuyos primeros resultados habían sido desalentadores. Fauci debió escuchar al científico español, porque esa nueva vacuna acaba de reaparecer por la puerta grande en las páginas de la revista ‘Science’.

De momento se trata sólo de un estudio en fase I, con 50 voluntarios sanos (adultos estadounidenses), muy lejos de las condiciones reales de la malaria en la mayoría de países africanos, donde sigue matando a unas 2.000 personas al día. Sin embargo, las conclusiones obtenidas en este trabajo demuestran que la terapia es 100% eficaz en las dosis más altas y le permiten al menos seguir demostrando su utilidad en nuevos ensayos clínicos.

La terapia funciona inyectando por vía intravenosa esporozoitos atenuados; es decir, una versión ‘light’ del parásito que causa la malaria. Esos esporozoitos se alojan en el hígado y cuando el sujeto vacunado es infectado realmente por la malaria activa, su organismo pone en marcha una respuesta inmune suficientemente potente para protegerle de desarrollar la enfermedad. Un mecanismo de actuación muy diferente al de RTS,S/AS01, la vacuna diseñada por Alonso en colaboración con los laboratorios GSK y hasta ahora considerada la más avanzada, pese a que sus niveles de protección han ido descendiendo con el tiempo.

“Hace 100 años que sabemos que es posible adquirir inmunidad contra la enfermedad bajo la exposición natural al propio parásito”, explica a este periódico el propio Alonso, director del Instituto de Salud Global (un centro conjunto del Hospital Clínico y la Universidad de Barcelona). Ese contacto diario con los mosquitos que transmiten la malaria es el que hace que algunos adultos africanos acaben logrando protección natural contra la infección (“a costa de los muchos que se quedan en el camino”).

Por eso, hace 40 años, Ruth Nussenzweig trató de ‘imitar’ esa misma inmunidad natural inyectando una forma inactiva del parásito a través de las picaduras de los mosquitos. Para ello sometía a los Anófeles a altas dosis de radiación para inactivar el parásito de la malaria (‘Plasmodium falciparum’) antes de que los insectos picasen a los voluntarios y les transmitiesen esa versión del parásito incapaz de replicarse.

“Aunque las tasas de protección eran bastante altas [del 60%], el método era obviamente impracticable”, explica a ELMUNDO.es Stephen Hoffman, director de la compañía  Sanaria y uno de los autores del trabajo que ahora se publica (en colaboración con Robert Seder y otros científicos de los NIAID y de la marina estadounidense). Hoffman ha pasado los últimos años de su vida intentando buscar en el laboratorio un modo de inyectar el parásito inactivo, de manera estéril, segura, controlada y sin necesidad de las picaduras de mosquitos.

De hecho, sus primeros intentos de administrar esta vacuna por vía subcutánea lograron una protección muy baja, tanto como para estar a punto de hacerles abandonar la idea (“mis colegas decían que era imposible”). Con el respaldo de aquella carta de Alonso, el nuevo intento -esta vez por vía intravenosa- parece haber dado en la diana.

El ensayo incluyó inicialmente a 40 voluntarios. Los seis que recibieron cinco dosis a lo largo de un año tuvieron una protección del 100%, un porcentaje que se redujo entre quienes recibieron sólo cuatro dosis (se infectaron tres de nueve) y más aún entre los no vacunados (cinco de seis enfermaron de malaria).

El Nacional

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