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Luna Nueva: The Twilight Saga

‘New Moon’ sabe muy bien a lo que va. El film es tan sólo un ruidoso caramelo erótico para adolescentes en trance, pero constreñidos. Ni un poco más ni un fotograma menos.

Aquí no hay sorpresas de ningún tipo. Las fanáticas de los libros de Stephenie Meyer y/o Robert Pattinson estarán de plácemes, pero cualquier otro mortal que cometa la equivocación de acercarse al film, lo lamentará amargamente.

Como cualquier rutinario y abominable melodrama, de esos que a diario inundan la programación televisiva, la historia del film gira en torno a un dilema romántico, cuya decisión o resolución, cualquiera que fuera habrá de traer terribles consecuencias. Ya esto fue anunciado, dicho sea de paso, con ecos a lo Romeo y Julieta, en el inicio de la película. Bella (Kristen Stewart) se encuentra ante la disyuntiva de perseguir la consecución de un amor maldito, pero irrefrenable hacia el vampiro Edward (Robert Pattinson), o por el contrario, voltear la página y acceder a los requiebros del obsequioso y carismático Jacob (Taylor Lautner). ¿No es esta la misma necia, cursi y sentimentaloide trama de los bodrios tele novelescos que continuamente se exhiben en la televisión?

Las fanáticas de esta insípida saga saben por cual onda va el asunto, ¿pero en realidad le importan a alguien estos ‘personajes’? Si en el capitulo anterior hubo algo de química o pasión, aquí ha desaparecido por completo.

Los personajes se mueven como autómatas, para los que no existe motivación ni propósitos. Por ello no necesitan mostrar emoción de ningún tipo. Todo gira en torno al romance o la consecución de éste por parte de Bella.

En fin, una historia que carece de sentido –lo único rescatable aquí es el trabajo de fotografía de Javier Aguirresarobe –en la que la autenticidad y credibilidad sencillamente no existen.

La saga Twilight ha sido un fenómeno cultural entre una gran parte de la juventud de hoy, pero no por ello debe uno dejar de decir lo que piensa del film. Por más millones que el mismo atraiga en boletería, seguirá siendo lo que es: una mediocridad.

El Nacional

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