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Cine & Sociedad

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“Asalto al Tren Pelham 123”, es cine veraniego para teenagers y adolescentes al más puro estilo hollywoodense: lo que prevalece y se busca a toda costa es el espectáculo puro y simple. La aparatosidad, el montaje frenético y el apabullamiento visual determinan la producción de principio a fin.

 Y no podría ser de otra manera. Este es el cine de Tony Scott, un director al que le fascinan los efectos, así como correr de un lado otro con la cámara, mientras el contenido y las actuaciones en sus películas normalmente se diluyen tras el oropel de sus vistosas y explosivas imágenes.

La premisa  de la película es extremadamente simple: cuatro hombres armados se apoderan de un vagón del subway de New York y de sus pasajeros, y demandan de las autoridades 10 millones de dólares –en la versión original se exigía sólo 1 millón– que deben ser entregados en una hora, o de lo contrario uno de los rehenes será asesinado por cada minuto de retraso. El líder del grupo se hace llamar Ryder (un John Travolta con tatuaje en el cuello, y mirada de desquiciado perdonavidas, mientras que quien asume el papel de negociador es un despachador (Denzel Washington), que tiene sus propios problemas dentro de la empresa.

“Asalto al Tren Pelham 123”,  es un ‘remake’ de una película del mismo título de 1974. Aquella nunca fue un gran film, pero tiene pulso, tensión, y sobre todo, transpira autenticidad. Aquí nada de eso está presente. Los personajes ni convencen ni interesan, (por más que Travolta grite o suba la voz), y la historia mucho menos.

Al final las incongruencias y las interrogantes asaltan por doquier, pero no hay respuestas en una película plena de artificios, cuyo único fin ha sido el entretener a la audiencia, pero eso sí, de la forma más burda posible.

Es por ello que la película concluye como un simple juego de ajedrez entre principiantes, y no como un genuino y sólido ‘match’ entre secuestrador y negociador.

El Nacional

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