Han pasado ya 45 años de la aparición en el cine de Night of the Living Dead o La Noche de los Muertos Vivientes, como se conoce en español, y desde entonces la zombi manía se ha establecido como un referente de la cultura popular, cuya presencia y alcance se extiende a libros, películas, programas de televisión, grupos musicales, juegos de video, caricaturas y otras expresiones artísticas.
Sin embargo, aunque el resurgir de la cultura zombie es un producto directo de la influencia de la película de George A. Romero, su film, aunque original e impregnado de un desnudo e impactante horror, no fue el primero que abordó el tema en el cine.
Y de hecho, en Night of the Living Dead ni siquiera se menciona la palabra zombie. Las referencias a ellos, hechas por las autoridades que aparecen en el film o por los personajes objetos de la persecución de estas criaturas del más allá, es a través de los términos en inglés ghouls (espíritu diabólico) y those things.
Por lo tanto, el uso de la expresión zombie se remonta mucho más atrás, y en lo que al cine se refiere corresponde a White Zombie, de 1932, protagonizada por Bela Lugosi y dirigida por los hermanos Víctor y Edward Halperin, el honor de ser la primera película cuya historia se centró en los zombies.
A su vez, el film de los hermanos Halperin se basó en el libro del escritor y aventurero William Seabrook, The Magic Island (1929), que recoge sus experiencias de primera mano con el voodoo en Haiti. A este libro se le atribuye el haber introducido el concepto zombie en la cultura popular.
Pero sea de una forma u otra, lo que llama la atención es que un film de tan exiguo presupuesto se estima en unos 100 mil dólares y de limitados alcances artísticos y técnicos se haya convertido no sólo en un clásico del terror, sino sobre todo en la cimiente que dio lugar al surgimiento del sub género zombie dentro del cine.
¿Como lo logró? No fue precisamente por medio de un escueto y pobre guión en el que los muertos regresan a la vida para engullir a todo ser humano que encuentren a su paso. Por el contrario, fue a base de una simple, pero extremadamente genuina atmósfera y un sentido de abandono y desolación agobiantemente aterrador.
