¿Qué Pasa?

Cine y sociedad

Cine y sociedad

La Bella y la Bestia

Cada época tiene sus grandes adelantos, inventos y/o acontecimientos que la marcan y la determinan. Por eso el mundo de hoy no es el mismo de ayer, y mucho menos el de antes de ayer.
Ese razonamiento es exactamente el mismo que uno tiene que aplicar al evaluar la nueva versión cinematográfica del clásico cuento de hadas, La Bella y la Bestia.

Mucho es lo que ha cambiado el mundo en los últimos 30 años, y por lo tanto, no es una tarea sencilla y exenta de enormes riesgos, el recrear una vez más, pero ahora con personajes reales, este encantador y mágico relato.

Por ello, aunque la película no tiene el mismo impacto emocional ni su puesta en escena alcanza el nivel de entretención y dinamismo de la versión animada de 1991, uno tiene que admitir que se trata de un trabajo digno, decente, orientado al gran público y con uno que otro aspecto –la música y el esplendor e impresionante detalle de los decorados digitales –que consiguen atraer la atención del espectador.

La película narra en esencia la misma historia de la anterior versión –con la excepción de la subtrama que representa el personaje de Gaston y su lugarteniente LeFou. Esta es la historia de Belle, la joven pueblerina con grandes sueños que por amor a su padre termina a merced de una bestia en un castillo encantado.

Eventualmente, y contra todo pronóstico, una inaudita relación florece. Este es tal vez el más notorio caso del llamado “Síndrome de Estocolmo” del que se tenga conocimiento. Pero en este contexto de embrujos, príncipes y la búsqueda del verdadero amor todo es posible.

La película se extiende más allá de lo prudente, y las actuaciones a nadie impresionan, pero bajo el pulso narrativo del director de musicales Bill Condon, responsable de “Dreamgirls” and “Chicago”; La Bella y la Bestia es dulce e inofensiva, y plena de música y sonrisas.

El sentido mágico de antaño, sin embargo, ha desaparecido al igual que la inspiración. Para muchos no obstante, eso no importa puesto que ahora vivimos en el mundo real 24/7, y en él los sueños no tienen cabida.

El Nacional

La Voz de Todos