Ni una palabra sobre Arturo
¿De qué sirven los discursos sonoros, los exquisitos cocteles o las glamorosas fotos, si en esencia olvidamos cómo llegamos allí? Sorprende la celeridad y facilidad con la que se deja de lado el trabajo ajeno y nos explayamos en la embriaguez de una inmediatez impropia.
Argentina, por supuesto, como país invitado especial al que una vez más está dedicada La MuestraInternacional de Cine de Santo Domingo, no tiene nada que ver. Tampoco Rusia que en estos días anda metiendo las narices en todo, y mucho menos Rumania, Alemania, Francia o Costa Rica.
La Muestra Internacional de Cine de Santo Domingo, como su nombre muy bien estipula es un producto local, y como tal, se bate y se cuela en casa. Así que las atribuciones y prerrogativas van de una mano a otra entre sus organizadores.
Fue por eso que leí con asombro y vergüenza ajena el pasado viernes, una nota de prensa que daba cuenta sobre el inicio de la XIX edición de la Muestra, y en ella no se incluía ni una sola palabra sobre su fundador, el fenecido critico Arturo Rodríguez Fernández.
Han transcurrido casi veinte años desde aquellos primeros días de reuniones, discusiones y desacuerdos para dar forma a la primera Muestra, y de aquello tal parece que casi nadie se acuerda. ¡Quién lo diría entonces!
Arturo se fue y para muchos es como si no hubiese existido, pese al dividendo que obtienen de su legado. Ahí radica la importancia de mantener viva la memoria de quienes con su trabajo se hicieron merecedor de ello. Esa es una responsabilidad moral.
Y que nadie se confunda.
Aquí no se está pidiendo lo imposible o lo indebido. Si acaso algo se reclama es un poco de respeto por la memoria de los que ya no están con nosotros.
Resulta increíble y deprimente que al creador de la Muestra Internacional de Cine de Santo Domingo (junto con otros colaboradores y amigos), desafortunadamente ido a destiempo, no se le recuerde ni siquiera con un par de palabras en una nota de prensa. ¡Qué pena! ¡Y qué vergüenza!
