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Godless: Espléndida y escalofriante

 

Godless, recién estrenada en Netflix, es una producción que ustedes indudablemente disfrutarán, si son amantes del género Western.

Pero si no lo son, de cualquier modo este es un sopesado trabajo del guionista, director y creador de la serie, Scott Frank (con la inestimable ayuda del talentoso director Steven Soderberg), realizado con la dedicación, entrega, amor y pleno conocimiento de quien reconoce que transita un terreno peligroso, pero sabe a conciencia cómo salir airoso de allí.

Es decir, esta es una producción televisiva que cautiva e impresiona con inusual fuerza y determinación, apoyada simplemente en un espléndido uso de algunos elementos vitales del lenguaje cinematográfico –fotografía, música, escenografía y ambientación –pero además, en unas formidables actuaciones, primero, de un increíblemente sorprendente Jeff Daniels, y luego, prácticamente de todo el que aparece en pantalla.
Eso es,al final, lo que se desprende de esta exuberante, a ratos macabra y violenta recreación de un relato que parece extraído de una colección o catálogo maldito, de abominables leyendas y mitos sobre el viejo, lejano y salvaje Oeste.

Por lo tanto, y aunque en ningún momento transige con los rígidos postulados del género que la define, en procura de lograr un mayor nivel de aceptación, Godless sí apela en cambio, a la sensibilidad y complacencia del genuino amante del cine.

En ese sentido, el ‘opening’ de la serie de tan solo 7 capítulos, pero con una duración y profundidad narrativa que la hace sentir más extensa, no podía ser más subyugante y perturbador. Cubierta por una densa nube de polvo, la cámara se desliza con parsimonia, y entre la humareda va pesadamente dejando al descubierto un cuadro dantesco y aterrador.

Decenas de cuerpos de hombres, mujeres y niños aparecen por doquier, en un pequeño pueblo, salvajemente asesinados…el cuerpo de un niño, incluso, aparece colgado en lo alto, mientras se destaca en medio de aquel espantoso cuadro, una joven mujer que en completo estado de ‘shock’ y frenesí, canta una canción religiosa como si no saliera de su interior.

Allí solo hay espacio para la negación y el clamor más hondo y desesperante. ¿Cómo puede ser posible tanta maldad y crueldad? Aquella es una larga y enervante secuencia en la que apenas hay diálogos, y la fotografía, espléndidamente escalofriante, y la música, han sido los elementos que han puesto aquello en perspectiva, ubicándonos de repente en algún malhadado episodio de una historia en la que detestaríamos haber formado parte en cualquier sentido.

El Nacional

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