Opinión

 Clase política y corrupción  (2 de 3)

 Clase política y corrupción  (2 de 3)

Cuando utilizamos el término de clase política nos referimos a los políticos que han logrado convertirse en funcionarios públicos cuando la organización de su preferencia ha conquistado el poder político.

El jefe del Estado nombra a los funcionarios, y lo hace bajo el entendido de que son capaces y que ninguno de ellos cometerá actos de corrupción.

En nuestro país, desde la caída de Trujillo hasta hoy día, solo tres partidos nos han gobernado: el PRD, el PRSC y el PLD. Le corresponde al PLD el haber puesto más empeño en los procesos de reforma y modernización del Estado, con leyes y reglamentos que refuerzan la ética, lo mismo que políticas públicas en la dirección de una gobernanza eficiente y de un gobierno abierto para la ciudadanía.

Ahora bien, lo que no está en discusión es que cada vez que una de esas agrupaciones asciende, trae consigo la renovación de la clase política.

Eso no está mal. Lo que tiende a cuestionarse son las perceptibles y precisas conductas inaceptadas que llegan a exhibir algunos funcionarios, los cuales, sin preocupación y como si actuasen apegados a las leyes, dejan mostrar una peligrosa ambición propia del ser humano egocéntrico, arribista, que goza con la presentación de planes perversos, que es  portador de un resentimiento social y, como si fuera poco, defensor del  enriquecimiento a vapor.  

Efectivamente, algunos dirigentes llegan a la administración pública con la idea de arrebatarle al Estado lo que ellos entienden les pertenece solo por ser dominicanos. Peor aún, ante el triunfo de sus partidos se consideran con el derecho de ser nombrados en una alta posición gubernamental; y desde allí hacer lo que otros han hecho: malversar los fondos públicos.

 

El Nacional

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