Opinión

COGIENDOLO SUAVE

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Un hembron de madre
Aquella mujer, quien ostentaba una especie de reinado en las pupilas masculinas, era un verdadero peligro público.

Una noche me relató con rostro apenado que un motociclista se cayó del vehículo en marcha por haber dado un violento viraje de pescuezo para solazarse en la contemplación de su anatomía.

La dama tenía tres hijas, más o menos bien parecidas, pero que ante la progenitora pasaban desapercibidas cuando andaban juntas.

Y es que cualquiera que realizara un rápido examen de sus cuerpos hubiera comprobado la indiscutible superioridad del de  la cuarentona.

Comenzando por la estatura, la madre era alta, y  las hijas tenían tamaño normal dentro de los parámetros de la mujer dominicana.

Los pectorales de las muchachas eran escasos de centímetros, mientras los de la autora de sus días lucían generosos en sus medidas, y parejeros en su elevación.

Pocas veces he visto piernas tan hermosas como las de aquella mujer madura, que  contrastaban con el canillerío de sus herederas.

Atribuyo las diferencias físicas de aquel monumento de carne y hueso con sus hijas a que no las fabricó sola, sino con la colaboración del su marido, hombre de bajísima estatura y cuerpo esmirriado, del cual seguramente las piernas no constituían una robusta excepción.

Durante la celebración del cumpleaños de una de las jóvenes, los presentes del género masculino secreteaban entre ellos acerca de los encantos de la madre, lo que me llevó a vencer la timidez de mis dieciocho años de edad para hablarle acerca del tema.

-Doña, si oyera los elogios que están prodigando mis amigos a su belleza se sentiría muy halagada; todos están de acuerdo en que si se sumaran las gracias de sus hijas, todavía quedarían por debajo de las suyas.

Me sorprendió que la señora no esbozara siquiera una sonrisa de satisfacción, y que en escasos segundos su rostro adquiriera una expresión adusta.

-Eres muy joven- dijo -y por eso dejaré pasar la falta que cometiste. Graba en la mente que a ninguna madre le agrada que le digan que es más hermosa, o más inteligente, o mejor persona que cualquiera de sus hijas. No olvides esto jamás.

Puedo afirmar que he seguido su consejo durante cincuenta y cinco años.

El Nacional

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