Opinión

COGIENDOLO SUAVE

COGIENDOLO SUAVE

El ser y el parecer

Corría el año 1964, y una noche compartía tragos de ron criollo con un par de amigos, uno de los cuales se quejaba de la excesiva coquetería de su novia.

   -Esa muchacha me mantiene en zozobra permanente, porque le hace fiestas a cuanto hombre tiene cerca. Además, le encanta andar por las calles con escasa ropa, mostrando la barriga y los sectores adyacentes tanto de arriba como de abajo. Creo que su máxima aspiración es juntar la parte superior de la minifalda con la inferior de la blusa, y estoy seguro de que lo logrará.

   Le aplicó un puñetazo a la mesa, y las botellas y los vasos estuvieron a punto de volcar sus contenidos, por lo que pidió excusas antes de continuar con la descripción del alto componente puteril de su amada.

   -En su boca son frecuentes los apelativos cariñosos cuando conversa con un macho, y también los tocamientos y hasta los besos en las mejillas, algunos cercanos a la porta dientes, o sea, a la boca. Debo decirles que aunque hemos fijado boda para dentro de un año, estoy a punto de romper la relación para no seguir sufriendo el dolor permanente de la desconfianza.

   Como no conocía a la mujer con la que sostenía mi amigo el romance, decidí formularle la pregunta que, como expresa la sabiduría popular, “se cae de la mata”.

   -¿La has descubierto en una jugada con otro hombre?

Negó con un vigoroso movimiento de cabeza, y entonces el otro integrante de la mesa intervino.

   -Tengo una mujer con la que estoy viviendo, que no es lo mismo que decir conviviendo, pues nuestros domicilios son diferentes, que es de apariencia serena, y que viste de forma conservadora, muy parecida a la de las jamonas. Esa tipa no le hace ojos bonitos a nadie, incluyendo a la mujer que la parió, y es enemiga de todo lo que parezca fiesta, hasta el grado de que no le gusta bailar, ni consume bebidas alcohólicas; ahora bien, mi relación de pareja es peor que la de cualquier hombre que mantenga un romance con una chivirica de la cual desconfíe.

   Dirigiéndose al novio de la coquetona, a quien colocó sus manos sobre los hombros, concluyó su exposición.

   -Tú tienes una novia que parece casquivana, pero a quien nunca has sorprendido cargando tu frontal con el peso de los cuernos, mientras yo soy el amante de otra con apariencia de santa, pero a quien en el curso de la relación le he contado un par de infidelidades, y sospecho que se han producido algunas otras. Por tanto, eres afortunado porque tienes una novia que parece puta y es fiel, y yo desafortunado por ser el amante de una cuernera con apariencia de honesta.

El Nacional

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