La candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador está tan sólida, que se descarta que la compra de votos o cualquier otra patraña puedan impedir que se alce con la victoria en las elecciones del próximo 1 de julio. Sin embargo, los cuestionamientos a esos vicios que han manchado los procesos de votaciones, como la compra de conciencia, son dignos de ponderarse.

Un estudio ha reconfirmado que la compra de votos, tan habitual en la región, gira en torno a programas sociales que no buscan otorgar derechos a los ciudadanos, sino formar clientelas, por lo que perpetúan la pobreza.

El coordinador de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, Alberto Serdán, pone el dedo en la llaga al señalar que los partidos políticos al no convencer ni con sus plataformas ni con sus candidatos utilizan los recursos públicos para fomentar el clientelismo, aprovechándose de las necesidades y de la desconfianza de la población.

El caso de México, donde se calcula que el 43,6% de la población vive en la pobreza, o sea unos 54 millones de habitantes, enciende la alarma sobre un quiste maligno que es necesario extirpar para acreditar el sistema democrático.