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Como cada  Domingo   

Como cada  Domingo   

Cuando un hombre es coherente con sus ideas, no importa el medio de que esté rodeado, ni tendrán importancia las presiones que, en cualquier sentido, ejerza la vida sobre él.

Tuve el gusto de estar entre las personas que llenaron el auditorio del Museo de Arte Moderno el pasado miércoles para escuchar una conferencia realmente magistral del escritor cubano Leonardo Padura, quien llegó – acompañado de su amigo Freddy Ginebra-  para cautivarnos a todos con la sinceridad, humildad y autenticidad de sus palabras  en torno al tema Ser escritor cubano en el Siglo XXI.

Leyendo de un legajo de diez páginas, sin utilizar un modernísimo  I-Pad que lo pusiera en la moda digital de todo “conferencista que se respete”, Padura habló desde la auténtica postura de un intelectual crítico con determinados aspectos  el sistema de gobierno, pero con la entereza de quien se decide a quedarse en Mantilla, su barrio, cerca de La Habana, a vivir y a crear.

Padura es un escritor que se sabe  bien cimentado en la tierra. No hay poses.

Hay falsías en su ejercicio al derecho de pensar. Padura es uno de los escritores más coherentes que he conocido.

El nos llevó las interrogantes ¿Por qué soy cubano?, ¿Por qué soy un escritor cubano? y ¿Por qué soy un escritor cubano que vive en Cuba?, al indicar las limitaciones que a un escritor que hoy día es una marca literaria mundial, le supone vivir en una nación sin las estructuras editoriales comerciales que imperan en el mundo occidental.

Sinceridad y honestidad desfilaban juntas desde sus palabras, sin apelar a falsas modestias, a extremismos de la ideología ni a la demagogia protocolar castrante.

En muy contadas oportunidades, como en ésta, se podía palpar la certidumbre de estar ante un ser humano que trabaja, trabaja bien lo que hace, y se respeta.

Padura desmiente mitos y verdades instaladas en torno a su carrea. Contó que en su casa había ocho materiales de lectura: siete revistas Selecciones y una biblia, nadie en la familia pasó del octavo curso y  nadie le estimuló con el ejemplo para inclinarse por la escritura.

Esa fue una conferencia magistral, sincera y edificante, que realmente lo fue.C

El Nacional

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