Los pintores de los pueblos son los retratistas del alma de sus comunidades. Pero, solo en algunos casos de excepción, pintores surgidos a partir de una combinación singular de talento y sentido de pertenencia nacional, pueden dar un resultado como el del artista David Quisaguano, con una paleta de colores y formas que plasman la historia de luchas, sacrificios y glorias del Ecuador, para abrirse un espacio respetado ya internacionalmente. David es un representante de nivel plástico universal para una nación inmensa, como es Ecuador.
El maestro Quisaguano, una de las marcas más notables de la ecuatorianidad, celebrada en el país gracias al empuje y entusiasmo de su Embajada, que tiene a un ser incansable y enfocado en sus propósitos como su excelencia Carlos López Damm, tiene una obra expuesta en el país, que debe ser conocida y admirada.
Quisaguano, discípulo privilegiado del afamado Gonzalo Endara Crow y considerado hoy día como el mejor cultivador del arte mestizo, ofrece un universo detallista, cuidadosamente elaborado, con una terminación que propone un diálogo de formas y mensajes. Su pintura, altamente valorada en todo el mundo, plasma una perspectiva compleja en su aparente simplicidad e invita a hundirse en la historia de una nación que ha recobrado su sentido de la historia.
Tras ver su obra en detalle, una vez que ha pasado el acto protocolar de inauguración de la muestra que hizo la embajada, nos seduce por el realismo mágico subyacente en el Ecuador, latente en el ojo del artista.
Escuela Quiteña de Pintura del Siglo XVI y que, en la época contemporánea, ha encontrado cultores de la talla de Oswaldo Guayasamín, para citar solamente a una de las figuras cimeras del arte pictórico continental.
López Damm, promotor firme de la ecuatorianidad, es de opinión que el arte mestizo del autor involucra relatos vueltos plástica de un mundo fabuloso, y que presenta la prodigiosa tierra latinoamericana y caribeña presente ahora en Quisqueya, con otro mensaje de esperanza y unidad.
