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Como cada domingo

Como cada domingo

Sensibilidad y tolerancia.-

¡Cómo me resulta asombrosa la incapacidad del género humano, sobre todo de sentir de que manera cursa la vida ante su piel y las formas que impiden ejercer la tolerancia!

El mundo todo sería distinto en sus prácticas y directrices si fuéremos más sensibles a lo que es el palpitar de su existencia y si nos diéramos un grado más elevado y consistente de tolerancia.

Ser sensibles implica dejar que cursen los hechos y personas para que transiten de la mejor forma sobre nuestra piel, dejándonos impresiones y sentimientos aprovechables para ser tomados como experiencias de crecimiento.

Ser tolerantes supone el ejercicio de la caridad bien entendida. Se trata de esa actitud que vence el ego inflado y nos transforma en seres con la capacidad de relacionarnos incluso ante las diferencias con otras personas.

Sensibilidad y tolerancia parecen ser dos aspectos que se complementan. Son la dupla necesaria para incrementar la capacidad de vivir con armonía interior, la única importante, la que es trascendente en sí misma.

Hacernos tolerantes y sensibles puede que constituya nuestro mejor aporte a una sociedad en capacidad de descubrir sus virtudes y eludir sus miserias.

Hemos aprendido a la inversa, por lo que generalmente somos insensibles e intolerantes. El asunto es desaprender. Darnos de la mejor manera. Ser agradecidos. Ser flexibles. Facilitar el perdón y aceptar la diversidad. Aceptar la diferencia. Respetar las características personales de cada quien. La gente no es como deseamos que sea. La gente es como es. Aprender a aceptarlo, es iniciarse en las dos virtudes que dan tema a esta reflexión dominical.