Opinión

Con Haití: ¡Ay ñeñe!

Con Haití: ¡Ay ñeñe!

Allí el agua cuando arriba, agrieta la tierra empolvada.  Hurga la aridez establecida.   Marido de agua emigrante:  el sur reviste su  ansiedad de rocosa apatía.  Cactus para no dejarse herir, algodón para restañar heridas, para esconder la cicatriz guasábara.

A ese sur viajamos Fanny Polania,  entonces oficial a cargo de la OIM, y yo, que coordinaba en los 90, en Cancillería, los programas contra tráfico y trata.  Queríamos constatar si las denuncias de que los niños y niñas haitianos eran traficados, tenían  asidero. Concertamos una reunión con el Observatorio de Derechos Humanos del Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes, y cruzamos la frontera hacia Wanament.

Allí nos enteramos de que, efectivamente, una red de motoristas cruzaba al gran mercado  binacional en Dajabón, cada viernes con uno o dos infantes por los que pagaban cien pesos por cabeza,  y regresaban  sin ellos, asumiendo que las autoridades de Migración que habían aprobado ese trámite en  la madrugada no eran los mismos que la guardia nocturna.

Supimos que había cuatro redes de distribución: Una de esclavitos agrarios que eran asignados a tres fincas de productos agrícolas en la frontera dominico-haitiana.  Pertenecian  a tres ex-generales y sus instalaciones eran vigiladas por militares, lo cual confirmamos cuando intentamos visitar una de aguacates y el guardia en la puerta nos lo impidió; otra red es la de esclavitos domésticos, esos niños y niñas que la gente adopta “para ayudarlos a criar y educarlos”; y una tercera  la red de limosneros que vemos en las calles y,  según informes, son distribuidos en las esquinas y luego recogidos por camionetas que los almacenan en zaguanes de Los Alcarrizos.

La peor  es la de  niños y niñas destinados a la explotación sexual.  El Observatorio decía tener la dirección de la casa donde los llevaban a bañar, vestir y preparar para su distribución, vía una red de chóferes de guagua,  a burdeles y pequeños hoteles.

¿Quiénes son los responsables del tráfico y la trata? “Militares de ambos lados”.  Vamos a ver al jefe de las Fuerzas Armadas.  “Es imposible, si las redes se enteran le pondrán kilos de cocaína en el baúl del carro o la matarán”.  Y ¿se puede vivir en paz cuando se pierde la inocencia?

¡Ay ñeñe!

Por eso creo que la detección de las redes tiene que ser hecha por el DNI, organismo que tan eficiente ha sido en cazar izquierdistas.  La identificación de las redes debería  ser orientada  por el Observatorio del Servicio Jesuita,  cuyo apostolado no solamente no se reconoce, sino que a veces se ultraja, como cuando las huestes de cubanos resentidos que trabaja en el aeropuerto de Miami le faltó al respeto.

Entonces progresaremos del ¡Ay ñeñe! a la coordinación institucional y el Ejército, el DNI y el Evangelio se convertirán en fuente de agua viva.

El Nacional

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