En días pasados, mientras un grupo de cronistas deportivos esperaba la realizacón de un encuentro con el nuevo ministro de Deportes, Danilo Díaz, se desató una minipolémica sobre los términos de Juegos Olímpicos y Olimpiadas.
No puedo olvidar que el extraordinario ingeniero Roque Napoleón Muñoz, uno de los más preocupados olímpicos del mundo, siempre nos recordaba las diferencias existentes entre Juegos Olímpicos y Olimpiadas. Insistía en que nunca se debían confundir esas dos palabras.
Antes de la celebración de los Juegos de Río de Janeiro, Brasil, la Real Academia Española (RAE) dio su aval para que se pudieran utilizar esos dos términos con los mismos significados. Y no es así.
Con el respeto que me merecen los honorables miembros de esa alta instancia de la lengua hispana, en base a la Carta Olímpica del COI, esa decisión no se ajusta a la realidad. Sé que, algunos expertos de las letras, me llamarán irrespetuoso o loco al estilo Matos Méndez por disentir de ese decreto de la RAE.
Para emitir su veredicto en ese sentido, la RAE manifiesta que su decisión se basaba en que el uso constante del término Olimpiada se había hecho normal para designar con ese vocablo al más importante certamen atlético multidisciplinario del mundo.
Una cosa es que las masas populares definan con un nombre la ejecutoria de esos Juegos Olímpicos y otra es que -un organismo de tanto peso y respeto como la Real Academia Española- no eduque debidamente a los hispanoparlantes en el uso correcto de esos vocablos.
Debemos memorizar que la Carta Olímpica indica que los Juegos son la más alta expresión del movimiento olímpico mundial y que se realizan en países diferentes cada cuatro años.
También específica que las Olimpiadas son los lapsos de cuatro años civiles consecutivos, los que comienzan el primero de enero del primer año y finalizan el 31 de diciembre del cuarto año entre unos Juegos y otros. Así las cosas, no encuentro asidero lógico para que la RAE decrete que se debe admitir el término Olimpiada para señalar a los Juegos Olímpicos.
