Un fraile de la orden franciscana, el italiano fray Leopoldo Angel Santanche de Aquasanta, fue el primer presbítero a quien en República Dominicana se le dio el título de monseñor. Antes de esto, la feligresía llamaba a los obispos y arzobispos padre o señor.
Fue en del año 1871 cuando el Papa Pío IX otorgó el título a fray Leopoldo, que al mismo tiempo quedó designado administrador apostólico de la iglesia de Santo Domingo y delegado de la Santa Sede ante el gobierno dominicano.
El sacerdote había llegado al país a principios de 1871 revestido de la mayor sencillez y lleno de humildad. De inmediato acudió ante la máxima autoridad eclesiástica local, el padre Francisco Xavier Billini, quien le brindó alojamiento. La comunidad lo bautizó como el fraile de la Merced.
Días después de su llegada fray Leopoldo empezó contactos directos con representantes de los diferentes círculos sociales. Preguntaba muchas cosas y quería saberlo todo. Esto creó cierto escepticismo entre algunos feligreses que conocían al dedillo las interioridades de la iglesia.
En realidad la situación de la Iglesia dominicana era muy difícil, y en julio de 1865, al retirarse del país la máxima autoridad eclesiástica, el arzobispo Bienvenido Monzón y Martín, delegó el gobierno de la arquidiócesis en el presbítero Benito Díaz Páez.
El presidente de la República, el general Pedro Antonio Pimentel, favoreció que en vez del padre Díaz Páez, la representación de la iglesia estuviera bajo control del sacerdote Calixto María Pina, pero el arzobispo Monzón, aunque estaba en España, se resistio.
Buenaventura Báez, que sustituyó en la presidencia a Pimentel, quien pasó a ocupar la Secretaría de Interior y Policía, confirmó en el cargo a Pina, lo que se interpretó como un desconocimiento de la autoridad que canónicamente ejercía el padre Díaz Páez, quedando así, en consecuencia, la Iglesia en estado irregular, según fue declarado por Roma.
Derrocado Báez, y elegido presidente el general José María Cabral, el Papa Pío Nono, tratando de superar la situación, nombró delegado apostólico en Santo Domingo y gobernador de la arquidiócesis al padre Luis Bouggenon, vicario apostólico de la isla de Saint Thomas. A lo interno de la iglesia el nombramiento de Bouggenon cayó muy mal, y aunque el Presidente Cabral lo aceptó como delegado, rehusó reconocerlo como gobernador de la Iglesia Dominicana.
Cabral comisionó al presbítero Fernando Arturo de Meriño para que fuera a Roma y le expusiera al Papa Pío Nono las razones que había movido al gobierno a no aceptar el nombramiento como gobernador del padre Bouggenon, y asugerir al Santo Padre la designación de su delegado como arzobispo de Santo Domingo.
Bouggenon traspasó sus poderes al padre Juan de Jesús Ayala, cura de San Cristóbal, quien a su vez, los pasó al presbítero Billini, lo que profundizó todavía más las diferencias y controversias en el seno del gobierno.
Derrocado el gobierno de Cabral a fines de 1867 y proclamado nueva vez Báez presidente de la República, éste llamó a Saint Thomas al padre Bouggernon, le dió pase a sus letras y anuló la misión que Cabral había confiado a Meriño, así como la recomendación de este para arzobispo de Santo Domingo. Bouggenon confirmó a Billini como gobernador eclesiástico y retornó a la isla donde vivía.