Opinión

Congiendolo suave

Congiendolo suave

Inesperada decisión chiveril
Cuando mi amiga de infancia se divorció, quedó a cargo de la crianza de sus dos hijos, una hembra de cuatro años de edad, y un varón de dos.
Y como su ex era un modesto empleado privado, acordaron que este solo le entregara una pequeña suma mensual para contribuir a la manutención de los muchachos.

Debido a que la divorciada, pese a su juventud tenía un ostensible déficit de atractivo físico, eran escasos los hombres que se acercaban a ella en plan de conquista amorosa.

Como tenía conmigo una relación añeja casi fraterna, me hablaba de sus estrecheces económicas, porque su sueldo como secretaria en una oficina pública no le permitía, de acuerdo a su expresión, ningún lujo.
Pese a que seguramente la cruel sinceridad de los espejos le devolvía la imagen de un rostro poco agraciado, esperaba encontrar un hombre que la ayudara con sus gastos.

Afirmaba que aunque se crió en un hogar con padres conservadores, y estudió hasta terminar el bachillerato en un colegio católico, estaba dispuesta con ese objetivo a establecer una relación de pareja obviando el matrimonio.

Una noche me invitó a su casa para presentarme un pretendiente, pequeño comerciante de acomodada posición.
El tipo, de baja estatura, era conversador y simpático, y noté que le caía bien a los hijos de mi pana full, lo que consideré importante para la potencial unión de pareja.

Dias después me informó que el enamorado le había propuesto matrimonio, y que ella no le dio una respuesta inmediata, manifestándole que lo iba a pensar con detenimiento.

Lo raro fue que mientras le daba mente a la propuesta, salía casi todas las noches a cenar y a bailar con el cortejante, a quien describió como un diestro y liviano danzarín.

No obstante, a través de un amigo común, me enteré de que la mujer aparentemente urgida de marido, había rechazado la oferta para la variación de su estado civil.

Intrigado, me comuniqué con ella por la vía telefónica, y su explicación me llegó rápidamente, con voz carente de vacilación.

-Cuando me disponía a aceptar su proposición, pensé que estaríamos con frecuencia en una cama, desnudos y haciendo el amor, y me acometieron unos esteriquitos fuertes de rechazo. Tuve que hacer un esfuerzo para negarme con tono mesurado, mintiendo al decirle que iba a dedicar el resto de mi vida a criar a mis hijos. Al divorciarme de mi ex con quien disfrutaba en el lecho, comprobé que eso no era todo, pero al rechazar a este enamorado, supe que era lo más importante.

Todavía sonrío al recordar las palabras de mi enllave, de quien no recibo noticias desde que se marchó, poco después de pronunciarlas, hacia la nación española.

El Nacional

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