Opinión

Congiendolo suave

Congiendolo suave

Calidad y cantidad
Debía andar entonces por los treinta años de edad, y era una mujer interesante, sobre todo porque las libras estaban bien distribuidas en su cuerpo.
Muchos de sus relacionados de ambos sexos le propusieron en sus años juveniles que participara en uno que otro concurso de belleza, pero ella nunca accedió a hacerlo.

Aunque siempre tuvo hombres detrás de sus encantos, no se le había conocido novio, y muchos llegaron a pensar que tenía tendencias sexuales similares a la hembra del pato.

Cuando un amigo mío, hombre decente, comerciante exitoso, le giró amorosamente, no resultaron convincentes las razones que expuso para rechazarlo, durante un diálogo que sostuvimos.

-Es demasiado larguirucho, y tendría que pegar brincos para darle un beso, o él vivir agachándose para hacerlo conmigo; además, seguro creerá que me hizo un favor al fijarse en mí, que a diferencia de él no soy rica.

Llegué a la conclusión de que, por su ostensible hermosura, mi amiga aspiraba a compartir cama con alguien que le cuadrara en todos los aspectos.
Me afiancé en esa convicción cuando rechazó otro enamorado manifestando que era excesivamente fantoche, porque se sabía buenmozo.

Y añadió que con ella no se justificaba ningún alarde altanero por esa razón, porque siendo bella, debía inferirse de ello que lo que es igual no es ventaja.
Cuando el pretendiente fue un oficial piloto de la aviación militar, el motivo que esgrimió para no corresponderle fue que nunca se uniría a un hombre con un oficio tan arriesgado, porque no tenía vocación de viuda.

De esa forma la exigente fémina fue castigando con su desdén a decenas de hombres, al parecer sin tomar en cuenta que el paso de los años es el máximo erosionador de la belleza y la lozanía de todos los seres vivos.

Nuestro personaje, cuando se había metido en los treinta y cinco de la edad biológica, vio disminuir sus curvas con repentina obesidad, y la piel del rostro sufrió cuarteaduras.

El Nacional

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