Opinión

Congiendolo suave

Congiendolo suave

Peligrosa decepción
Aquel amigo de uno de mis hermanos lo escuché hablar de los encantos físicos de una mujer, con verdadero entusiasmo. -Quizás a algunos les parecerá que le hacen falta unas libritas, pero las que tiene están muy bien distribuidas- dijo, con los labios entreabiertos en un amago de sonrisa.

-Al hombre dominicano le gustan las mujeres con mayor cantidad de carne, sobre todo en las piernas- repuso mi pariente. -Las piernas van parejas con el resto del cuerpo, lo malo sería que las piernas marcaran diferencia con un cuerpo regordete, y ese no es el caso- manifestó el admirador de la dama, para mí desconocida.

-Como buen criollo que soy, para mí no se hicieron las mujeres flacas ni para bailar, porque el roce de sus caderas con las mías podrían causarme molestas cortaduras- fue la reacción de su interlocutor.

-Se nota que no tienes buen olfato, porque cuando un hombre se mete en la habitación de un motel con una gorda que lleva puesta una faja, cuando se quita esta se llena el aire de un olor donde se mezclan el sudor y el que desprende la goma- replicó el flacólatra, para luego lanzar una carcajada que no encontró eco en mi hermano ni en mí.

Cuando puso fin a la risa, continuó hablando con la aceleración propia de quien saborea un tema:
-¿No se han fijado ustedes en el paso lento, pesado, sin gracia, sin donaire, de las rellenitas de carne fofa? Muy diferente es el paso atlético, garboso, de aquellas de figura esbelta. De mi gusto por las delgadas no me saca ni dios que baje del cielo.

Mi hermano no tardó en contestar: mire macho, párese en cualquier esquina de una calle de mucho tránsito, y pregúntele a los hombres que le crucen por el lado, cuál tipo de mujer escogería si tuviera que elegir entre una rellenita y otra huesuda, y verás que ocho de cada diez se decidiría por la primera. El pana de mi hermano se marchó hacia la ciudad de Nueva York, donde fijó residencia, y cuando meses después coincidimos en una barbería, la curiosidad me llevó a preguntarle de inmediato por su admirada muchacha del déficit de kilos.

-Esa caraja parece que aprovechó mi ausencia para darse muchas jarturas, y ha agregado como cincuenta libras a su cuerpo. La fui a visitar a su casa, y cuando hablábamos salió el hermano, que tiene una figura deportiva. No me lo vas a creer, pero si tuviera que escoger entre ella y él, me decidiría, sin ser pájaro, por el hermano.

El barbero lo miró con ojos teñidos de sospecha, y como el hombre no ha vuelto al país, no sabemos si por allá está colocando hombres sobre sus espaldas, a manera de mochila.

El Nacional

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