Opinión

Congiendolo suave

Congiendolo suave

El super machista
Mi amigo, que al igual que yo vivía la adolescencia, sentía una gran admiración por su padre mujeriego.

-El viejo es una tranca de hombre, que conquista mujeres por donde quiera que pasa. Si bebe romo en un bar, y el servicio lo realizan mujeres, de inmediato se levanta una; y si visita un prostíbulo, se enchula con más de una de las que allí se sostienen de acostarse con hombres por dinero- me dijo una vez muy sonreído.

Un domingo, en horas de la tarde, cruzábamos por los frentes de un restaurante, y de pronto escuchamos el conocido silbido del padre de mi acompañante, proviniendo del negocio.

Mi amigo corrió hacia allí, y lo seguí algo asustado, porque me intimidaba la personalidad del donjuanesco individuo, sobre todo su corpulencia y su vozarrón de tono autoritario.

Noté que el aficionado a las faldas saludó a su hijo con una vigorosa palmada en la espalda, y cuando me acerqué sonrió, y me tendió la mano, que estreché con la ausencia de apretón que genera el miedo.

-¡Cómo se sienten esos dos futuros machos de hombre!- exclamó, para luego repetir con menor rudeza la palmada espaldera a mi amigo.

-Si uno es hijo de mi compañero de parrandas Mario Pérez, y el otro mío, dentro de pocos años andarán como la letra de la guaracha que canta Daniel Santos, o sea, de barra en barra, y de trago en trago- afirmó, sin darnos tiempo para responder su saludo, añadiendo a continuación:

-El verdadero macho criollo tiene que ser bebedor de ron y cerveza, fiestero mujeriego, con mandato en su casa, y no ponerse flojón con sus compañeras sentimentales. A mí no me ha botado ninguna de las hembras que he tenido, pero si alguna lo hiciera, pues adiós, y que te vaya bien.

El súper hombre del relato murió metido en los setenta y pico de años de edad, pero lo que hay que destacar fue que al enterarse la esposa de que había engendrado varios hijos fuera del matrimonio, lo echó de su lado, y le puso el divorcio.

Y mi viejo amigo asegura que su madre se mantuvo firme en su decisión, a pesar de que el machote le rogó en numerosas ocasiones que lo perdonara.

Manifiesta que de nada le sirvieron a su progenitor que sus ruegos llegaron en ocasiones a los oídos de su cónyuge acompañados de lloriqueo con lagrimones.

El Nacional

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