Opinión

Contexto triste

Contexto triste

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Nuestro país adolece de una carencia esencial: Algo que pueda constituirse en una alternativa efectiva, más que ante los gobiernos de ocasión, ante un sistema generador de todo esto en que hemos devenido. Esa respuesta frente a tantos fracasos, si bien es cierto que se trata de algo en esencia político, desborda ese contexto. Se necesita una cultura de cambio que sea asumida por todos los sectores sociales y que contagie a una ciudadanía que, estimulada por un ejemplo diferente, participe a partir de nuevos paradigmas.

Si algo nos caracteriza es todo lo contrario a eso. La palabra transformación en los labios de la inmensa mayoría de nuestros dirigentes y líderes nacionales en todas las esferas, no es más que un recurso que reditúa públicamente, pero que se esconde de forma aviesa desde que llegan las horas de la conveniencia particular, en las cuales se apuesta a que todo permanezca igual.

Son escasos los actores sociales que no están en disposición permanente de transar con el poder en todas sus manifestaciones, con la agravante de que en pocas ocasiones esas tratativas se refieren a propósitos de interés colectivo. Empresarios rentistas y sin visión, a quienes nada les preocupa si sus dividendos crecen. Religiosos colocados más al lado de la opulencia que de sus misiones clericales. Funcionarios ahítos de fortunas y boatos imposibles de alcanzar con las sumas netas de sus salarios. Politiquillos cínicos cuyas retóricas son recursos aprendidos y olvidados en el tránsito que conduce a posiciones que desbordan su capacidad y humildad.

Por eso, entre nosotros existen personas que son honradas, pero no honestas. Pueden ser depositarias de sumas fabulosas de dinero y no distraen un solo centavo, rinden cuentas minuciosas de su utilización y jamás se benefician de lo que no les corresponde. No obstante, estando conscientes de que se movilizan en terreno putrefacto, no tienen el coraje de marcar distancia y denunciar el oprobio porque, aun dentro de sus parámetros de relativa ética, se benefician de los encantos de un poder que les seduce.

Todo esto explica el abatimiento que apabulla a tantos que quisieran compartir un espacio de mejores perspectivas. Sueñan con algo distinto y estarían dispuestos a aportar, pero han sido tan traumáticas las experiencias, que terminan arrinconados en la muralla infranqueable de sus intimidades. ¿Cómo convencer a un joven talento de este terruño caribeño que se aferre a la esperanza de un futuro mejor?

El Nacional

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