Opinión

Contradicción (I)

Contradicción (I)

Víctor Fragoso era un bello joven delgado con quien coincidí en un  taller sobre la poética de Julia de Burgos, en el Museo del Barrio, en East Harlem, patria de los nuyoricans, de Nueva York. Yo recién descubría a Julia y estaba deslumbrada por su poesía.  Más tarde me deslumbraría su pasión por la libertad en la Republica Dominicana y su papel en el exilio junto a quien fuera su compañero, el dominicano Juan Isidro Jimenes Gullón, y Don Juan Bosch, con quien compartiera una vivienda en la calle Jovellar, en La Habana.

Víctor  Fragoso era ya un reconocido poeta en New York, y asiduo participante en las tertulias del  gran poeta  puertorriqueño Clemente Soto Vélez, quien también residía en East Harlem.  Clemente había sido el protector de Julia de Burgos, quien cuando ya no podía más se aparecía en su casa en terribles noches de invierno, a sabiendas de que en esa casa Clemente le tenía guardada una botellita de coñac, y el consabido arroz con guandules.

En esa casa volví a encontrar a Víctor Fragoso y fue así como nos hicimos amigos.  Una vez, cuando vino a casa, vio la especie de altar que yo le tenía montado a Julia, con un gran afiche  de ella que me había regalado el Museo del Barrio, y me declaró su irremediable devoción por ella, su identificación con Julia en todos los sentidos.  Creo que en el origen de ese cariño jugó un papel  el hecho de que el insistía en que yo me parecía a ella.

Víctor tenía otro amor, y era el poeta dominicano Pedro Mir.  No olvides, me decía, que su madre era puertorriqueña.  Víctor enseñaba a Don Pedro en sus clases de literatura en la universidad y uno de sus mayores placeres era que el estudiantado dominicano, nacido en Nueva York, lo descubriera.

Víctor no solo era poeta, también era dramaturgo y su musical THE BAG LADYS, se presentó en Off Broadway, primera vez que un autor latino lograba penetrar ese hasta entonces coto sagrado.  La obra, un musical, era conmovedora y rendía tributo a las miles de mujeres a quienes  la soledad convierte en recogedoras compulsivas de basura…

Para nosotros, el estreno fue una fiesta.  Clemente y su esposa y un grupo de amigos nos sentamos en primera fila, con la meta de juntarnos con Víctor e irnos a celebrar;, pero Víctor salió de la obra para el hospital.

Allá fuimos a verlo y nos metíamos en su cama.  Bromeábamos y hacíamos planes.  Víctor tenía pulmonía y no se conocía el SIDA, por lo que no se nos imponían las regulaciones que se aplican hoy.  Era el inicio del fin.

El Nacional

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