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Convirtiendo  el ascenso al pico Duarte  en un peregrinaje patriótico

Convirtiendo  el ascenso al pico Duarte  en un peregrinaje patriótico

Tras la imagen ceniza de los pajones crispados por la helada se yergue Duarte signado por la luz incluso tras las tristes discordias nacionales. Y Juan Bosch va subiendo sobre sí mismo y a pesar de sus memorables yerros humanos y a sus discípulos aturdidos por la fuerza incontenible del Estado tomado por el lado equivocado.

Esa arista inatrapable quema por los cuatro costados.

Todo camino que se escoge con decisión es una cierta forma de desdecir la realidad y de desafiar el destino.

Ya las temperaturas, con dos pasadas del “botón”, de madrugada, como los buenos guerreros, rondan los dos grados bajo cero, dejando una conmovedora quemazón en el Tetero y a una legión de excursionistas temblando y no de miedo.

Difícil se hace saber cómo una criatura alada y delicada se las arregla para remontar el hielo en las noches implacables del Tetero.

Las hay de unas tonalidades inimaginables sobrevolando las revoluciones del aire.

El sistema de parques nacionales es una constelación, una joya invaluable, un complejo cristal que siempre soñará el peligro.

El cansancio y la ansiedad no construyen ninguna forma de heroísmo y pueden edificar el martirio.

Toda distancia debe asumirse con valor y humildad sin preguntar la cercanía o no de cada meta.

Antes del ascenso a estas cordilleras hay que cruzar el sonido del jilguero solitario que con una sola nota de su pico parece conmover el universo entero.

El tetero construye en la grama infinita la gramática feliz del verde.

El bosque que lo precede es un santuario del estado natural del mundo.

Los bosques son benignos, cuando el mundo no entra allí, advierte el Dhammapada indio.

En el se encuentra el anhelado reposo.

Cruzarlo es dominar un sistema de sombras y alzar un templo a lo invisible.

Las coníferas del parque nacional saludan la incesante conversación del viento.

El bosque es la cabellera de la montaña, la fuerza que provoca la lluvia y los beneficios del cielo.

Ahí se halla el árbol, el símbolo de la vida, un lazo intermedio entre la tierra en la que crecen sus raíces y la alta bóveda que toca con su cima. 

Y la felicidad es líquida y se va  rondando lo puro y lo sonoro en procura del mar.

El bosque devora los ensueños y es un estado de ánimo, el útero de lo oscuro, el que genera la angustia y la serenidad, la opresión y la dulzura.

(En estas condiciones memorables se produce el ascenso de los integrantes de la Fundación Camino Ecológico (José Díaz mostró su libro “Ni santo ni mesías, solo Juan Bosch) y la Fundación de Saneamiento Ambiental de La Zurza, unos al Tetero, otros al pico Duarte.

Vinieron  Maritza Payano Jaime Luis y León Pimentel, Amely Pérez, Daicha Payano, Alexander Piñeyro, Adris Payano, Julio Reyes, Junior Contreras, Francis Miguel Batista, José Miguel Díaz, Robinson García, Fernando Santana, José Díaz, Andy Pinales, Ray Batista, Rafael Canela, Joeli Colón Jewily Serrata, Martha Peralta, Rafael Soto Martínez).

UN APUNTE

Primer ascenso

La primera persona en subir al pico Duarte fue el cónsul británico Robert Schomburg, en el año 1851, quien también hizo una medición de la altura, la que estimó en 3,140 metros

 

El Nacional

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