Opinión

Corrupción global

Corrupción global

Hace unos años discutía con un viejo amigo sobre la corrupción como tema de campaña electoral. Mi postura de aquellos días (que aun mantengo) es que la corrupción jamás gana unas elecciones presidenciales. No derrota a ningún gobierno, muy a pesar de las preocupaciones generadas o las críticas vertidas. Sí actúa directa e indirectamente sobre cualquier decisión la falta de dinero.

Luchar contra la corrupción será una decisión exitosa cuando lo asuma la sociedad como bandera nacional en el ánimo de recomponerse, de desempolvar planteamientos éticos tan viejos sus términos como la antigua Grecia. La corrupción es un mal globalizado, y parece que a finales del siglo XX atacó con fuerza a nuestros organismos.

Vendemos el voto y nos vendemos sin subastarnos. Quizás, necesidades históricas insatisfechas nos corroen. Habría que profundizar mucho más. Meternos en los huesos, rebuscarnos. Durante, antes y después de Lilís, las mismas denuncias, el mismo bochorno. Nuestros historiadores pueden aportarnos mucho, mucho más, y desde la psicología desenfundar algunas teorías sobre la psicología de la corrupción para completarla con una mirada sociológica.

Al final del camino, nadie quiere morir pobre. Nadie quiere vivir revolcándose en la pobreza, nadie quiere semejarse a ningún cerdo en un lodazal. Y en la medida que pasa el tiempo, nos vamos quedando escasos de personas con solvencia moral para hablarnos de la ética, del bien hacer, porque hasta algunos cojos dejaron la silla, la muleta y el bastón para verlos corriendo. Y ya los vemos en docenas de predicadores mostrando la sabiduría del enriquecimiento ilícito, inmoral.

Estamos fuñidos? No, veo procesos, situaciones. Alivia ver algunos pocos con apariencias de predicares en el desierto. Más temprano que tarde recogeremos los frutos en el mismo desierto. La conciencia terrenal ha de ser de todos. Insisto, la sociedad tiene que enfrentarse a sí misma. Ni me canto ni me lloro. Es que renuncio hacer de la ética o casa parecida una vulgar demagogia.

El Nacional

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